*Relato publicado en la antología “La Sociedad de los
Rockeros Muertos” por Editorial Café Literario.
¡Soy el Amo de los Juguetes!
Y todos los niños y niñas,
son bienvenidos a mi “País de las Maravillas”
Soy el ángel de la alegría
y estoy aquí para pintar el vacío,
¡Bienvenido a mi mundo!
A mi fábrica de juguetes.
Avantasia- The Toy Master
Era
más de lo que Rogaciáno podía soportar. No hacía más de un mes que intentó
colgarse por el cuello con una corbata en la regadera de su casa, pero el dolor
había sido intolerable y cuando la vista se le nublo, sólo por instinto de
supervivencia logró desatar el nudo en su cuello. Esa tarde no, lo tenía todo
preparado y no había vuelta atrás. Rogaciáno Ruvalcaba era un Heavy,
un Headbanger, un Metalhead, un Metalero de “hueso
colorado” y mientras escuchaba la canción que consideraba como homónima: The
Toy Master del tercer disco de Avantasia, rememoraba su vida antes
de renunciar a ella. Una película larga y triste que corría en instantes mientras
se inyectaba veinte mililitros de Novocaína pura en la vena cefálica.
Ésta ocasión no permitiría que algo tan burdo como el dolor físico le impidiera
cumplir su objetivo de desvanecerse de éste mundo.
Su
vida sentimental había sido un fracaso al igual que todo lo que había hecho,
pensado o tratado hacer: intentó ser músico cantando en una banda de Death
Metal y todo fracasó por un problema de faldas, intentó de ser pintor y
aunque tenía talento, es imposible “comer” de ese oficio en México. Se enamoró de Mari, ella
era una mujer más joven que él, sólo tenía un defecto: era casada. También poco
después se enamoró de Úrsula, de igual forma era más joven que él,
tuvieron una pequeña niña, sólo que a medio periodo de gestación Gloria apareció
en su vida. Ambos se enamoraron.
Cinco
años de relación con Úrsula se habían vuelto insoportables y la pequeña Abigail
llegó un poco tarde. Rogaciano abandonó a Úrsula y a la no-nata Abigail para amar a Gloria; todo
estuvo bien los primeros dos años: pasión y miel derramada hacia todo el mundo:
Sin embargo, a su perspectiva, Gloria resultó ser “como los frijoles, al primer
hervor se arrugo”. No es que
Rogaciáno fuera una “perita en dulce”:
casi maníaco depresivo, celoso, inseguro y fumador compulsivo… pero sabía amar,
con la pasión y la entrega de un autentico guerrero, un guerrero que se entregó
a Gloria sin armadura. Sí hubiese sido Luchador Profesional, se pudo haber
dicho que frente a ella perdió “Mascara y Cabellera”. El Karma se
estaba cobrando con intereses dignos del Banco Mundial y el Fondo
Monetario Internacional en conjunto. Eso no importaba en lo absoluto pues
mientras Rogaciáno estaba por quitarse la vida, Gloria bebía café con un hombre
al cual conoció por Internet. La vida no le había ofrecido nada y no pensaba
esperar a que ésta se dignara a retribuirle de alguna forma, tampoco a seguir
recibiendo migajas de amor.
Escuchaba
su amado Heavy Metal, la única cosa sobre el mundo que nunca lo había
dejado solo. Mientras la Novocaína hacia efecto en él, escuchó canciones como Black
Chamber de Blind Guardian, Heal Me dé Gamma Ray y Hazme un
Sitio Entre tu Piel de El Mägo de Oz; estaba perdido y derrotado en
el cuarto negro, no había quien lo sanara ni quien le hiciera un sitio entre su
piel. A la vieja usanza Punk pensó -No hay futuro- Sólo le remordía la
conciencia el no haber asistido nunca a un concierto de Blind Guardian y
un poco el no llevar a Abigail hacia el altar.
Tambaleante
llegó una vez más hasta la regadera, ambientó sus últimos minutos con Painkiller
de Judas Priest, versión Death y al momento de sonar el
ultimo riff, Rogaciáno dio también su último suspiro, ésta ocasión sin
dolor alguno o remordimiento y satisfecho de morir como una estrella que nunca
brillo.
.·.
Por
alguna extraña razón abrió los ojos, se asustó un poco al mirar atrás y ver su
cuerpo colgado por el cuello con la lengua de fuera, los ojos en blanco y una
mancha viscosa en su pantalón a la altura de los genitales que se hacía más
grande conforme pasaban los instantes eternos. Se contempló a sí mismo con
curiosidad, el temor pasó y se convirtió en resignación, suspiró y se dijo en
voz alta:
-Bien,
a iniciar con el vagabundear eterno reservado para los suicidas.
Salió
del baño, cruzó por la habitación y se dirigió hacia el patio de su casa, de
alguna manera se sentía más ligero, aunque cansado. Abrió la puerta, era extraño,
seguía todo igual, la jardinera, el Volks Wagen blanco modelo 97, hasta los cestos de basura, como sí
nada hubiera ocurrido, sin embargo por la ventana podía ver con claridad su
cuerpo inerte.
Sonó
el timbre y Rogaciáno, sin razonar en que “No estaba allí”, respondió:
-¡Voy!
Llegó
hasta la puerta, intentó abrir y su mano atravesó el cerrojo, se echó hacia
atrás sonriente y lo que vio al voltear no le sorprendió en lo absoluto:
Cuatro
siluetas encapuchadas de negro lo esperaban con paciencia, una recargada en el
viejo “Vocho”, una sentada en las
escaleras, otra en el piso y la última, la más delgada y baja en estatura, de
pie en el centro del patio.
-¿Crees que hiciste lo correcto?- preguntó
ésta última con un suave y hermoso tono de voz.
-Hice
lo que quería y sí fue mi voluntad, fue lo correcto.
El
encapuchado que se encontraba sentado en las escaleras soltó una carcajada y
respondió:
-Liber
Al Vel Legis. La palabra de Aiwass no me es desconocida.
Todos
se irguieron, caminaron hacia él y lo rodearon formando una cruz con Rogaciáno
al centro.
-¡Venimos
por ti! Para llevarte al lugar donde los de nuestra especie descansamos y somos
libres por completo, lejos de las cadenas de la carne y de éste mundo regido
por Sabaoth- dijo uno de los que se habían mantenido en silencio con una
voz rasposa y disonante. El último, el más callado de todos, extendió la mano
señalando hacia la pared.
El
aplanado de cemento y la pintura comenzaron a despedir una tenue luz que se fue
agrandando hasta el punto de cegarlo por completo.
.·.
Cuando
Rogaciáno abrió de nuevo los ojos, se sentía descansado y relajado, pensaba en
ello cuando una voz a su espalda dijo:
-Esa,
buen amigo, es la inigualable sensación de desprenderse de la carne, yo también
la busqué igual que tú, sólo que fui un poco más… “exhibicionista” y me arrojé
a las vías del tren subterráneo en mi país.
Extrañado,
Rogaciáno volteó y casi le da un paro cardíaco… de no ser por estar muerto; Ingo
Schwichtenberg, el ex baterista de Helloween estaba sentado bajo la
sombra de un árbol.
-¿Qué
haces aquí?- preguntó el suicida al otro desequilibrado.
-Pues
me sentía solo, no soporté la perdida de mi padre y tampoco el ser despedido de
la Banda, así que decidí morir- respondió Ingo con tranquilidad -Sigue el
sendero, alguien más te espera. Nos veremos después.
.·.
Sin
dudar un momento de las palabras del legendario baterista y héroe suyo, Rogaciáno
inició su camino en la dirección indicada. Era una senda de tierra removida y
caliente en la cual se veían muchas huellas de botas pesadas. Miró hacia arriba
y vio un grupo de nubes negras que se acercaban amenazantes. A un costado del
sendero había un hombre de cabello negro y rizado, alto, delgado y con tatuajes
en los brazos; vestía un chaleco de cuero, pantalón de mezclilla entubado y
tenis desgastados, el estereotipo clásico de vago en la década de los 70’s en
el siglo XX, conversaba con otro hombre, con aspecto de hippie, más
regordete, de brazos anchos y fuertes.
Bon
Scott y John “Bonzo” Bonham compartían una botella de Jack
Daniels en una fraternal conversación cuando vieron a Rogaciáno y se
dirigieron hacia él. Al toparse frente a ellos y reconocerlos Rogaciáno sonrió,
volvió la vista por el sendero recorrido y dijo:
-Esto
no puede ser, no me mate y sólo son efectos de la Novocaína provocándome “un mal viaje”.
-Éstas
en un error, estás tan muerto como mi amigo Bonzo, Charles Baudelaire y
yo.
-¡No
mames! Moriste antes de que yo naciera.
-Sí
y él también- respondió Bonzo -Lo nuestro fue un accidente.
-Pero
un accidente feliz que nos convirtió en leyendas- respondió Bon Scott con una
sonrisa y dando un largo trago a la botella de whiskey -Nuestras tumbas
ahora son patrimonio cultural; nuestros detractores se deben estar revolcando
en sus nubes de algodón por el coraje.
-Sí
aún pudieran cagar, padecerían de diarrea- comentó Jhon entre risas
-Continúa tú camino, encontraras a alguien especial que te espera más adelante.
-¿Quién
es?- preguntó Rogaciáno con curiosidad.
-Sólo
te puedo decir que es alguien que cantaba en verdad, no como yo- respondió Bon
Scott, dio otro trago profundo a la botella y la pasó a Bonzo. Rogaciáno
suspiró al momento de despedirse de Bon Scott y John Bonham.
-Me
gustaría platicar un poco más con ellos- pensó -Conocer sus perspectivas de la
vida sería bastante interesante.
.·.
Rogaciáno
continuó caminando largo rato bañándose en el agua de la tormenta. Lloró al no
poder despedirse de las penas y dolores que lo habían acosado hasta el final de
su vida, sin embargo, el ser recibido en la entrada del infierno por algunos de
“Sus Héroes” había valido su sacrificio. No era un neófito en cuanto a Rock se
refería y cuando llegó a la muralla que anunciaba la leyenda “Que abandone toda
esperanza quien entre a éste lugar” asociándolo con la mitología de “El
Pueblo Maldito” y por obviedad con La
Divina Comedia. El encapuchado de complexión más delgada y el primero en
hablarle cuando murió, lo esperaba a las puertas del abismo. Rogaciáno sonrió,
no había duda alguna, sólo era cuestión de confirmarlo al escuchar la voz que
jamás se igualaría ni en la tierra, ni en el cielo… ni en el infierno.
-¡Hola
Cariño!- dijo mientras se quitaba la capucha del rostro -¡Bienvenido!
Rogaciáno
colocó su rodilla derecha en la tierra, bajó la mirada, con fuerza y solemnidad
exclamando con un potente grito de batalla:
-¡Dios
salve a la Reina!
Freddy
Mercury se veía joven y atlético, no quedaba en él señal alguna de su
terrible enfermedad, estaba rasurado, el cabello largo y negro le llegaba a los
hombros; se despojó por completo de la capucha que le cubría el cuerpo dejando
ver un sencillo pantalón blanco ajustado y una playera de algodón negra. Se
acercó al recién llegado y le extendió la larga y delicada mano para ayudarle a
ponerse de pie.
-¿Sabes
que podría tomarse como un comentario homofóbico?- respondió Freddy con su
particular y carismática sonrisa.
Rogaciáno se apoyó con timidez en la mano del
astro del Rock y enrojecido de vergüenza dijo:
-¡Disculpe
usted!... eso de “Ser “políticamente correcto”, se me hace una gran pendejada”…- bajó
la mirada al percatarse de mirarle directo al rostro -Creo que es momento de
cumplir lo que dije hace algún tiempo.
Extrañado,
el magnífico cantante preguntó:
-¿Qué
dijiste?
-Pues
en una ocasión, mientras me emborrachaba con unos amigos escuchando a Queen dije:
Sí hubiera conocido a Freddy Mercury “Le mamo la verga”, así que señor,
bájese el zipper.
Freddy
Mercury lanzó una fuerte carcajada y río largo rato mientras Rogaciáno guardaba
solemne silencio y a pesar de todo dispuesto a cumplir su promesa al aire.
-No
te preocupes cariño- respondió Freddy y sonrió con picardía -No me
apetece en éste momento, tal vez después.
El
suicida no pudo evitar hacer una mueca de desagrado a la vez que de alivio -¡Ni
pedo! Una promesa, es una promesa- se dijo a sí mismo.
-Antes
de llegar a tú morada final cuéntame ¿Por qué lo hiciste?- preguntó Freddy con
el inigualable timbre de voz tranquilo y suave.
-Por
qué soy cobarde y débil, no soporté el dolor de la vida, el dolor de amar y no
ser correspondido, así como ser amado y no poder corresponder. El fracasar en
todo, en lo material, en lo mental y sobre todo en lo espiritual.
-No
es cobardía- respondió Freddy en tono afable y conciliador -Fue un lapso de
locura y desesperación debido al dolor, instinto de supervivencia por
paradójico que se escuche.
-Algo
conozco de su vida y sé que me comprende.
-Sí,
también sufrí demasiado por amor y de las dos formas que comentas. Mí bien
amada Mary Austin soportó todo a mi lado, mi dolor de amor, de soledad, la
máscara que debía sostener como una imagen pública ante una sociedad represiva
e hipócrita. Esa hermosa mujer me toleró todo y jamás replicó. Ella me amaba
como nunca nadie me amó pero tampoco pude corresponderle.
-Eso
es terrible, duele horrible, más que sentir el cuello rompiéndose o morir por
asfixia.
-Duele
tanto como morir de Bronconeumonía- sonrió con amargura y continuó -Fui
un hombre de excesos, mentiría sí niego haber abusado del alcohol y las drogas
duras, también abusé del sexo. Pero ¿Sabes una cosa? No pretendía una
promiscuidad deliberada, sólo un poco de amor sincero, tanto físico como de
sentimientos.
-Comprendo-
respondió Rogaciáno -Tal vez nuestras preferencias sean diferentes, pero como
seres humanos buscamos lo mismo.
-¡He
allí el problema!- interrumpió Mercury -Gente como tú y yo no encajamos dentro
de la sociedad humana. Nuestra sensibilidad nos aleja de lo frio y vacío que
infecta a la sociedad… es el S.I.D.A. colectivo del ser humano. Pareciera que
toda la especie ésta infectada con el y con tristeza, la epidemia se está
propagando en los nuestros, en “El Pueblo Maldito”.
-¿Existe
una cura para esa enfermedad tan terrible?
-Puede
que sí, cuando todos en realidad comprendan que amar no sólo es recibir, sí no
también dar. Que llorar no representa debilidad, comprender que aunque la
individualidad es esencial para la existencia, la felicidad consiste en
compartir lo hermoso que existe dentro de cada quien, no el odio ni el orgullo,
no la ambición ni la hipocresía, es la alegría de vivir y la sinceridad del individuo,
tal cual lo dijo Jesús El Cristo, Krishna y otros tantos.
-Desechar
la soberbia y el orgullo tonto… pensar que nadie te merece.
-O
lo contrario, creer que no mereces a nadie. En algún momento me llegué a sentir
así debido a los tabúes de la sociedad en la que viví, por fortuna los tiempos
han cambiado bastante en cuestión de libertad sexual pero se desató la
soberbia, la apatía y la indiferencia. La mujer se liberó de las cadenas el
machismo y se volvió cruel.
-Pero
eso no les quita la belleza- respondió Rogaciáno con melancolía.
-No
juzgo a Ingo ni a ti por lo que hicieron, hicieron lo correcto para ustedes, su
tiempo llegó en ese momento, sin embargo, sí hubiesen vivido un día más y se
hubieran dado cuenta de que todavía amaban, aunque tuvieran el corazón roto y
la mente destrozada, el simple hecho de saber que amaban a alguien pudo haber
hecho que sus vidas grises se pintaran de colores.
-Créame,
lo intenté pero al poco tiempo el dolor regresaba con mayor fuerza.
-Sí,
lo entiendo- Freddy le dio un fuerte apretón en el hombro -Hay ocasiones en la
vida en las cuales quedas destrozado por un sin fin de situaciones, decepcionas
a todos porque parece que no puedes continuar y no eres lo que los demás
piensan o suponen que eres.
-Es
peor cuando lo piensa el ser que amas, tú pareja o de quien te enamoras con
pasión desmedida- continuó Rogaciáno -Llueven lágrimas de tus ojos y no hay quien
las seque, ni siquiera quien brindé un pañuelo, ni siquiera una palabra de
consuelo.
-Es
terrible querido. El hecho de sentirte lejos de casa, solo, aunque duermas en
tú cama- Freddy bajó la cabeza entristecido, como sí recordara algo demasiado
amargo -Te preguntas ¿Qué hice mal? y te das cuenta que demasiado amor te mata
sí no despejas la mente y pones los pies sobre la tierra.
Rogaciáno
levantó el rostro, respiró profundo y dio un abrazo fraternal a la leyenda.
-Hay
quienes nunca encontramos la salida para eso. La pregunta es ¿Vale la pena
dejar de amar sólo porque duele?
-Siendo
honesto cariño, tengo la firme convicción de que por amor vale la pena perder
el poder, arrastrarse, suplicar y gritar, sólo por una mirada o un beso… o por
la simple razón de saber lo que es el amar.
-Sí no duele no sirve, no es real.
-Acompáñame-
dijo Freddy adelantándose unos pasos hasta llegar a unos cuantos metros de las
negras y frías puertas del Infierno que Dante describió con excesivo
detalle, señaló hacia arriba, hacia las torres que resguardaban la entrada
-Cruzando éstas puertas no habrá quien te salve, adentro, no habrá quien te
arrope, ni tendrás más lágrimas con las cuales llorar.
-Ahora
estoy aquí, yo lo provoqué. Tal vez ni siquiera mis pesadillas se aproximen un
poco a lo que me espera dentro pero estoy dispuesto a entrar, prefiero arder toda
la eternidad en el infierno judeocristiano a seguir sufriendo hambre de amor.
-Cariño-
Freddy se dirigió a Rogaciáno con ternura -¿Estarías dispuesto a borrar todo y
comenzar de nuevo?
-Hoy
no, hoy todo ese amor está perdido ¡No quiero vivir, no quiero libertad! No
vale la pena vivir con el corazón roto. Sé que sólo yo tengo la culpa.
-No
te sientas tan mal, pierdes o ganas, es el riesgo que debes tomar en el amor,
la verdad es que le puede ocurrir a cualquiera; existe gente en todos lados
buscándolo y no lo encuentra jamás.
-Parece
que todo está decidido para la gente como nosotros.
Freddy
sonrió, dio la espalda a Rogaciáno y empujó las puertas infernales mientras
hacia sus últimos cuestionamientos:
-¿Quién
se atreve a amar para siempre cuando el amor ha muerto?
-Yo
me atrevo- respondió Rogaciáno con una firmeza que desconocía de él mismo.
-¿Estás
dispuesto a secar tus lágrimas y las de otros con tus labios, a seguir amando y
volverte a enamorar?- preguntó Freddy mientras la oscuridad era lo único
visible al frente.
-Si
lo estoy, siempre que mire hacia atrás y vea lo que he hecho, no me arrepentiré
pues ¡Lo habré hecho por amor!
-¿Quién
quiere vivir para siempre?
Rogaciáno
avanzó hacia la oscuridad sin siquiera dudarlo y cuando pasó justó a un lado de
Farrokh Bulsara, gritó con toda la fuerza de su espíritu:
-¡Sí
es por amor, yo si quiero vivir para siempre!
.·.
Rogaciáno abrió los ojos,
era un lugar oscuro y tibio, se sintió tranquilo y protegido, consolado;
mientras cerca de él, sonaba la versión Blind Guardian de Spread Your
Wings, olvidando todo el dolor en el vientre de Abigail, dispuesto y
esperando con paciencia, lleno de tanto amor que algún día lo mataría otra vez,
buscando quien lo salve, buscando alguien a quien amar, sin miedo, sin presión
ni prisa pues el show debe continuar, siendo él un inmortal.