viernes, 28 de agosto de 2015

Desesperación Cap. II Alucinación Hipnogógica o “Un Mal Viaje” (Corregido)

Deseas que sea un sueño,
devora el corazón de tú esposa
y arranca su “coño” desde el interior.
Sabes que ahora es tu turno,
los otros ya están muertos.

Kreator- Rippin Corpse

-Espero ya te sientas mejor- decía la mujer que suponía era su amiga mientras ayudaba a ordenar un poco el salón de estar, mientras Higinio ingresaba a la misma estancia con una charola, dos tazas, algunos recipientes y la tetera con agua caliente.

-Sin tus atenciones y apoyo tal vez no lo hubiera logrado- respondió él con una sonrisa y colocando la charola en una mesilla de centro para verter en las tazas el agua caliente y preparar té de limón. Él sabía que no era él, eso no era real pero se sentía bien, casi integrado a éste entorno social, al hogar, al cuerpo que se encontraba en recuperación después de una larga enfermedad, sin más sustancias ajenas en la sangre que las generadas por los medicamentos ¿Qué enfermedad lo tuvo convaleciente? ¿Cuánto tiempo? No lo sabía, tampoco importaba. Se sentía bien, integrado en el mundo, enamorado y feliz ¿Ante esas emociones quien puede sentir algún desasosiego o prestar atención a contratiempos? Lo importante era que Ella no tardaría en llegar, sólo se sintió extraño al momento de percatarse que no lograba recordar su rostro, ese rostro que a pesar de todo le arrancaba una sonrisa involuntaria pero eso si, demasiado sincera -No estoy seguro de sí algún día lograré retribuir de alguna manera todo lo que has hecho por mí-

-¿En verdad eso te preocupa?- respondió ella sin volver el rostro e inclinándose un poco para acomodar los pliegues del recubrimiento de un viejo sillón -Eso tiene una solución sencilla- esa respuesta le causó a Higinio una sensación extraña y desconcertante, casi rosando el miedo pues al momento en que ella dijo esto, volviendo el rostro aún inclinada, a él le dio la impresión de que ella le mostraba de manera insinuante la figura de sus glúteos y lo peor de todo que por un momento casi imperceptible, vio los bellos ojos de la delgada mujer que no conocía en realidad, tornarse por completo en un negro abismal y el tono de voz le fue extraño, más agudo por no decir infantil, acompañado por el eco cacofónico de niños de diferentes edades repitiendo a manera de un coro sin coordinar sus palabras, él dio un paso atrás tropezando con la pequeña mesa de centro y derramando el contenido de las tazas -Debes pagar y te ayudaré- ella se incorporó en totalidad, dando un paso al frente y de manera inexplicable los bellos ojos que se oscurecieron por completo, al cambiar la perspectiva de luz adoptaban en sí, colores imposibles y vistosos: rosa, violeta, carmín…  él de algún lugar desconocido tomó fuerza para contener sus fluidos y no orinar en la ropa -Lo único que necesito es ¡Qué me dejes entrar!-

En ese momento el valor que suponía tener se desmoronó, se hizo polvo para salir corriendo de “Su Departamento”; ni en ese momento ni en ningún otro reaccionó en que nunca prestó atención a sí la cerradura del lugar estaba afianzada o sí dentro de la desesperación la abrió sin percatarse, sólo tenía una idea en mente: Huir de allí.

La sensación de consternación llegó a un punto que le era ajeno al vislumbrar de un breve vistazo todo lo que rodeaba al lugar que suponía era su hogar: edificios de varios pisos de altura en donde se suponía existían otros departamentos, igual amplios como el suyo, más abajo extensos jardines de verdes arbustos y césped bien podado. Sin cerciorarse en realidad sí “Eso” venia tras él, corrió al lugar en donde sospechaba se encontraban las escaleras que aunque estaban en el lugar supuesto, se encontraban cubiertas por un túnel de blancas paredes, tan blancas que nublaban la visión y sólo podía permitirse guiar por un firme barandal en tubo de acero, pintado en negro y sin dudar más se internó en dicho túnel sintiendo miedo y peligro pisándole los talones, aunque no tenía certeza de sí en verdad era perseguido, ni qué lo perseguía.

Por suerte logró llegar hasta el final de la escalinata sin caer, salió del edificio y continuó corriendo sin notar o prestar mayor importancia a varias personas -según él- que cruzaban por los pasillos entre jardines hasta que se detuvo un instante para tomar un respiro; una joven madre se acercó un poco pues caminaba en dirección contraria a él sujetando por la mano a una niña pequeña de aproximados cuatro o cinco años, entonces el terror y la adrenalina regresaron a su cuerpo de manera tempestiva al notar que esas personas que lo miraron desconcertadas también tenían los ojos negros, por completo inexpresivos. Escuchó una fuerte risotada tras él y un susurro taladrando sus oídos diciendo:

-Déjame entrar-

Corrió sin detenerse hasta llegar a la imaginada salida sólo encontrando un largo pasillo y al final de éste una puerta de modelo antiguo, era probable que de diseño árabe. Entonces sumido en una desesperación total escuchó de nuevo:

-Déjame entrar-

Cometió el error de volver la mirada y entonces la vio, de pie a un costado suyo y repitiendo:

-Déjame entrar-

Acompañando su petición, casi suplica con el aberrante eco risueño de las voces infantiles que terminaron por desgarrar su cordura en ese mundo, esa realidad de pesadilla.

.·.

Despertó en el asiento del autobús bañado en sudor frío y sin olor, no tenía la seguridad de cuánto tiempo había transcurrido desde su salida de la ciudad pero si que faltaba bastante para llegar a su destino, sí esa extraña pesadilla o alucinación era un mensaje de su inconsciente indicándole que dejara las drogas, redujera las dosis, iniciara contacto afectivo y directo con sus semejantes… para mantener su “lucidez” o algo similar. Lo que si fue cierto era que no mantenía intención de tomar la obra de J. G. Jung como lectura de viaje… por lo menos no junto con “pastillas para dormir” y no El Libro Rojo.

.·.

-Meister Eckhart también vio el infierno ¿Sabes lo que dijo?- comentaba el medico quiropráctico Louis a Jacob Singer en una escena de la película Jacob’s Ladder citando al filósofo dominico alemán Meister Eckhart de Hochheim -Lo único que arde en el infierno es la parte de ti que no dejas ir de tu vida. Tus recuerdos, tus vínculos, los queman todos allí. Pero no para castigarte, sí no para liberar tu alma. Así que, Eckhart concluye: sí tienes miedo de morir y te estás resistiendo, verás diablos arrancándote la vida. Pero sí estás en paz, los diablos se volverán ángeles que te liberen de la tierra. Es en la forma en que lo mires-

No entendía en realidad porque asociaba esa escena en particular con lo que ocurrió en ese momento o sí sólo era una referencia similar a todo lo que vivió una vez llegando al lugar en donde pasaría los siguientes días de pesadilla que ni relató ni estaba seguro de querer recordar. Lo que quedó bastante presente en su memoria, casi marcados con hierro al rojo vivo sobre su piel fueron los sentimientos encontrados, las sensaciones humanas de las que buscaba escapar y que no deberían tener lugar en su personalidad pero que durante esos días lo torturaron sin piedad, a tal punto de no tener certeza de sí ocurrieron en realidad, fue un juego insano de su mente o uno de esos errores en la realidad de los que tanto hablan en la incomprensible y retorcida “Teoría de Cuerdas” de la moderna Física Cuántica, buscó alguna explicación que pudiera tener cabida en la lógica -su lógica- pues dentro de su concepción de la realidad jamás la encontró a pesar de haberlo vivido en forma directa por extravagante e irreal que pudiera parecer.

.·.

Casi quince horas de viaje y el sol ya asomaba, por fortuna “gracias a las pastillas”, no le pareció tan largo el viaje pasándolo dormido y exceptuando esa pesadilla que le pareció breve, no recordaba haber soñado algo más.

Durante los más de treinta años de vida que lograba recordar no venía a su memoria un día en que se sintiera tan agotado, ni siquiera en la más ardua sesión de entrenamiento en Artes Marciales de su segunda etapa de juventud, no recordaba haber caminado una distancia tan larga y tampoco lograba concebir la idea de que en un país en supuestas vías de desarrollo -algunos incluso decían que civilizado- donde existe y abunda tanta riqueza ésta misma fuera limitada a unos cuantos pares de manos pues ese triste día pudo ver la pobreza y abuso casi miserable en que sobrevive mucha gente de lo que consideraba la “Realidad”; la supuesta Realidad Urbana en que se había desarrollado, la banalidad cruda y total que eligió para vivir, desmoronándose a sólo dos calles de distancia de la terminal de autobuses, en donde iniciaba la zona industrial:

Aunque ese lugar era un poblado pequeño gozaba de una definitiva y gran prosperidad, de igual manera se notaba la diferencia entre las zonas prosperas y la “zona del vulgo”, de la gente pobre. Recordaba de forma no agradable que para iniciar, no había ningún medio de transporte que lo condujese hasta el lugar en donde debería llegar pues quienes se encargaban de los medios de transporte daban a entender que “tenían prohibido” ir a ciertas zonas y por lo tanto debería ir caminando pues nadie en absoluto accedería a llevarlo a las “Zonas Prohibidas”.

Una pareja un tanto dispar conversaba en la esquina de una calle, eran un hombre bastante corpulento y barrigón, quien tomaba cariñoso a la mujer frente a él por la cintura y esporádico le besaba en los labios con ternura, vestía un overol para trabajo pesado bastante desgastado y sucio por su parte, la mujer varios años más joven y también más delgada, con notorias manchas blancas en el rostro o las manos, respondía a las caricias con timidez, Higinio podría  decir que con incomodidad. Cuando se escuchó un grito femenino a espalda del casual observador:

-¡Lo sabía!-
  
El repentino sonido hizo al caminante volver la mirada, una mujer de aproximados treinta años de edad también demasiado delgada y bastante encanecida, a pesar de su níveo color en la melena, era visible la juventud y a la vez tristeza en la cual se desarrollaba su existencia; a cada lágrima que escurría por su rostro se reconocía de manera casi palpable cada uno de sus pesares como los abusos, desamores y carencias. Todo fue demasiado rápido, tanto que el observador no alcanzó a reaccionar de manera adecuada al empellón que estuvo cerca de derribarlo por parte del hombre que hacía pocos instantes se besaba con una joven de manera cariñosa, llegó frente a la sollozante mujer sólo para darle dos bofetadas tan fuertes que le reventaron los labios y las salinas gotas que salían de sus ojos.

Antes de que Higinio reaccionara en lo que ocurría ya había un grupo de cuatro hombres dando una golpiza al abusivo y la agraviada uniéndose a la trifulca intentando o buscando que eso se detuviera para que no continuara el castigo sobre el individuo caído. Entonces el observador involuntario dio vuelta sobre sus talones y continuó su camino, pensando con extrañeza y visible decepción:

-¡Mujer tonta! ¿Como puede defenderlo o pedir clemencia por él cuando no han pasado ni siquiera cinco minutos de que lo encontró besándose con otra… mujer, la golpeo y le reventó los labios?-

Con las pocas emociones que suponía existían en su interior removidas, continuó su andar un tanto desganado.
  
.·.

Sólo avanzó cuatro calles algunos minutos después de la desagradable experiencia, cuando entró en la Plaza Comercial del lugar; entonces a pesar de las múltiples y visibles situaciones concernientes a la vida contemporánea, sintió en lo más profundo de su alma torturada encontrarse en el corazón de un extraño y paradójico “bucle de tiempo” en donde la vida moderna convivía en aparente tranquilidad con los vestigios visibles de los siglos XIX o XX logrando romper el límite, la frontera imaginaria de las épocas con cruzar la avenida pues tan sólo levantar la mirada se lograban observar los edificios con influencia francesa neoclásica… hasta victoriana -en algunos casos podría decirse que industrial- gigantescas y complejas estructuras en cristal y acero de estilos Noveau o Decó con antenas satelitales, comercios de comida rápida, accesorios de cómputo y múltiples aditamentos “necesarios” para la vida actual y que contrastaban con el entorno casi anacrónico.

Decidió cortar por el pasaje cercano a los vertederos y evitar contacto con la gente, cuando una vez más fue testigo de una situación desagradable y triste pero que, por alguna extraña razón, decidió tomar parte: a poca distancia entre las grandes bolsas plásticas de basura observó como un niño con ropas harapientas y sucias, de aproximados nueve o diez años de edad extraía de una bolsa negra cerrada, dibujando una gran y alegre sonrisa que fue apagada con violencia por un individuo igual de complexión delgada y pálida como Higinio, gritando de manera autoritaria y prepotente al pequeño pordiosero:

-¡Insignificante ladrón!- dijo casi en un gruñido furioso -¿Acaso ya le robas a la basura, pequeño bribón?- dio un fuerte empujón al niño haciéndolo caer de espaldas, la misma bolsa cayó al suelo dejando ver su contenido y despidiendo su aroma: comida recién preparada aún caliente y desechada debido al “Sistema reglamentario de descarte”.

El pequeño niño cayó de espaldas golpeándose la cabeza y sangrando al instante pero haciendo gala de resistencia física o una profunda costumbre a ese tipo de trato.

-Ya es basura ¿No?- respondió el pequeño casi envalentonado mientras se incorporaba sujetando su lastimada cabeza con la mano derecha y dirigiendo una mirada triste, sí no más bien desoladora al envoltorio desgarrado y la comida regada en el sucio piso.

-Si es basura pero no te pertenece…- gritó el hombre al niño levantando la mano con intención de agredir al pequeño y fue cuando Higinio intervino:

Como sí el profesor fuese un felino defendiendo a sus crías de los depredadores llegó veloz frente al agresor y a la misma velocidad casi vertiginosa lo sujetó del brazo que levantaba amenazante, torció en un movimiento de Defensa Personal con fuerza exagerada provocando una dislocación e impactó su cabeza en contra del mentón del oponente haciéndolo caer de inmediato, noqueado y con los labios deshechos, el viajero se llevó la mano a la frente, limpió con la misma un chorro de sangre de su adversario, sacudió un poco su cabello de donde cayeron dos dientes y se dirigió al niño que intentaba “rescatar” algunas piezas de comida:

-Deja eso, será mejor que nos vayamos de aquí antes de qué despierte-

.·.

Los dos varones, el adulto y el niño caminaron un poco y con el mayor disimulo que pudieron por la zona de carga, en el pequeño centro comercial consiguieron varias bolsas plásticas para reforzar el cargamento y salieron de allí, no lejos entraron a una pequeña fonda para desayunar comenzando a conversar:

-Es obvio que estabas buscando comida…- decía Higinio mientras daba un leve sorbo a su taza de café  -Supongo que no es la primera ocasión que ese “tipejo” te golpea, entonces ¿Por qué regresaste a ese lugar y tomaste el riesgo?- se reprendió a sí mismo al reaccionar en que no estaba hablando con un adulto, sí no con un niño y qué también estaba utilizando un lenguaje complicado para su interlocutor y éste podría no comprender lo que él pretendía decir.

-Pus si, no es la primera vez que ese pinche viejo me pega- el niño también hizo una pausa para dar un sonoro trago a su bebida de leche con chocolate -Pus si, sabía que sí El Ruco me veía buscando entre la basura me iba a dar unos cachetadones pero vale la pena pues hoy cumple años mi carnalita y pus como no tengo lana pa’ comprarle un regalo bonito, pensé que por lo menos le podía conseguir algo sabroso pa’ comer hoy… aunque me tocaran algunos chingadazos; las buenas sobras se consiguen después del mediodía pues es la hora en que tiran todo lo de la mañana. No le saco al trompo y sí es pa’ que mi carnalita se la pase chido hoy. No hay pedo sí me quiebran, pus total, “no se pierde mucho” y pa’ eso nacimos, nadie se va a escapar de “La Calaca”-

-No digas esas cosas- respondió el profesor -Sí algo te ocurre o tú llegas a faltar ¿Quién cuidará de tu hermana?-

-Eso es verdad- asintió el niño de manera  tímida -Bueno, no sé ni como se llama… a mí me dicen “El Mulo” pero me llamo Rómulo y ¿Usted?-

Higinio dibujó una sonrisa sin pretenderlo pues no era difícil deducir las bromas pesadas y de mal gusto que realizarían o realizan los niños un poco mayores sobre su “apodo”.

-Me llamo Higinio- respondió -Hasta donde sé, no tengo un apodo aunque casi todos me dicen Profesor o “Profe”-

Órale!- respondió el pequeño casi con emoción y los ojos más iluminados -Tons uste’ es maestro… yo no pude ir a la primaria pues hubo qué elegir entre mi carnalita o yo y pus aprovechando que se fue a la escuela, me di una escapada pa’ buscar algo pa’ cuando regrese al cantón… hoy leeremos otro capítulo de Dos Horas de Sol, dice mi carnalita que lo escribió un tipo llamado José Agustínla neta no entiendo ni madres, pero como ella me está enseñando a leer y sé que soy pendejo, mejor ni hago pedo-

Ésta ocasión Higinio sonrió de manera natural, buscó entre sus ropas la billetera, extrajo los pocos billetes que había allí -separando lo necesario para pagar la cuenta y se los dio al pequeño Rómulo.

-Es poco dinero, salí de casa limitado, discúlpame- dijo -Espero que con eso puedas comprar algo para tu hermanita- sacó de su mochila la pipa en que fumaba opio ya preparada con una bola pequeña de Goma y continuó -Tengo que apresurarme o no  llegaré a tiempo, sólo recuerda que: más tonto es el que se queda con la duda que quien levanta la mano y pregunta-

Una vez más la realidad pareció doblarse frente a él, el pequeño Rómulo lo miró desde su lado de la mesa con los ojos vacíos, ennegrecidos en su totalidad y con voz cavernosa, casi gutural dijo:

-Sé que ese libro “no es para nosotros” pues somos demasiado jóvenes, lo encontré por casualidad en un basurero de por aquí-

Haciendo gala falsa de autocontrol Higinio guardó la calma, tomó lo respectivo al pago de la cuenta de la comida y dos libros que tenía a mano dentro de su maleta colocándolos sobre la mesa para salir corriendo, sudando frío y buscando algún lugar discreto en donde fumar su droga.

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Después de fumar “Su Veneno” y dos cigarros en una esquina no tan transitada, El Profesor decidió continuar su camino; aunque con trabajo, no tuvo algún episodio grave de somnolencia, falta de coordinación o encuentros con la policía, estaba nervioso pues era la primera ocasión en que se había sentido tan abrumado como para consumir La Goma en un lugar público y eso no auguraba algo bueno.

Caminó una distancia larga después de salir del pequeño poblado casi urbanizado pues se distinguían al costado de las anchas calles, casas grandes y modernas o viejas y con lujo conservadas, paisaje bastante similar al del poblado principal pero eso si, sin atisbo alguno de basura o algo similar. Una vez en esa sección del poblado, buscó la dirección en donde debería prestar sus servicios y no le resultó difícil dar con ese sitio.

Una gran y vistosa reja metálica y un muro de tamaño descomunal, presionó el botón del timbre instalado cerca de una columna a un costado de la imponente reja y escuchó la voz de una mujer mayor un tanto distorsionada proveniente de algún lugar incierto.

-Sí, diga- dijo la voz de la mujer.

-Disculpe la molestia- respondió Higinio sin estar seguro de hacía donde direccionar su voz -Soy el profesor, se supone que me estaban esperando-  

-Si, seguro… - dio la impresión de entrecortarse un poco el sonido -…de hecho, usted llega un poco tarde-se escuchó un sonoro chasquido eléctrico y la gran reja comenzó a abrirse -Pase por favor-