Sigue
ésta noche amargura y dolor,
y
en una lápida hacer el amor,
clavo
mis dientes en tu blanca piel,
¡Hoy
tengo sed!
Mägo
de Oz- El Príncipe de la Dulce Pena IV
Era una extraña noche calurosa de
invierno, manifestación explícita del cambio climático al cual demasiados
responsabilizan por la contaminación y otros a los cambios naturales en la
atmosfera del planeta -otros tantos a proyectos como HAARP- Eso no interesaba a Ángela
siquiera un poco, tenía cosas más importantes en que pensar como el hecho de
solucionar sus dos problemas principales, no era la situación económica pues
gozaba de estabilidad en tal situación siendo “hija de familia”, tampoco era el
resolver algún conflicto con su novio pues carecía de éste y no se encontraba
en condición emocional para conseguir o buscar uno, la verdad era que tampoco
estaba en disposición de mantener una relación formal. Sus problemas eran
otros: un apetito sexual insaciable que casi la hacía parecer Ninfómana -esa noche sus hormonas
estaban trabajando al máximo- y el segundo, que a pesar de tener en su agenda
telefónica por lo menos diez números de quienes estarían por entero dispuestos
a satisfacer sus necesidades casi fisiológicas, no se animaba a llamar a
ninguno pues sabía de antemano que después de gozar al máximo el acto realizado
como cada vez que lo hacía en el lugar que fuere, en poco tiempo la atacaría un
sentimiento de auto agresión injustificado que los psiquiatras habían
diagnosticado como Border-Line o Trastorno Límite de la Personalidad; una
crisis emocional bastante compleja y común en mujeres con trasfondo de
relaciones sentimentales destructivas. Ángela contaba con todos los requisitos
para ser diagnosticada de ésta manera.
Estaba recostada sobre su cama sólo
cubierta por una sabana y una cobija de esa noche, debido al clima la ropa que
se había puesto para dormir era ligera: una playera de algodón holgada y una
sensual y diminuta tanga que con trabajo cubría su bien depilado pubis; debería
sentirse cómoda pero debido a su libido trabajando de tiempo completo, no podía
dormir. Después de un rato ya había humedecido su ropa interior y dejado una
mancha sobre la cama. Sintió una terrible necesidad de acariciarse ella sola
pero su ideología personal de omitir la masturbación la detuvo, aunque la
ansiedad era demasiado grande, estaba decidida en hacer valer su voluntad. Sólo
se quitó la tanga sintiendo un escalofrío de placer al sentir la delgada, pequeña
y satinada tela desprenderse de su vulva para recorrerle las piernas hasta los
tobillos; se puso en pie para buscar una toalla, la cual colocó sobre la mancha
de humedad que había dejado sobre el colchón y volvió a recostarse en la cama a
pesar de saber que no podría conciliar el sueño.
Pasaron varios minutos que poco a poco
se convirtieron en horas durante las cuales fantaseaba teniendo sesiones de
sexo rudo con sus amantes, iniciando con uno del cual ni siquiera recordaba su nombre
pero si el enorme, grueso y firme miembro viril que tanto le había hecho
disfrutar hacía ya algunos ayeres, un hombre alto, robusto, no bien parecido y
con un pésimo desenvolvimiento en la cama pero que el tamaño y la firmeza de su
pene compensó en todo.
Aquella noche -de la cual sólo recordaba
el musculo genital masculino- Ángela había realizado todo el trabajo,
utilizando a aquel hombre como un mero objeto. No le remordía la conciencia,
pues haber sentido su vagina penetrada hasta el cuello del útero, los músculos
internos presionados al máximo y todos los orgasmos experimentados habían
valido la pena. Esa noche la remembraba con satisfacción aunque en medio de la
fantasía donde cabalgaba con frenesí, el rostro de su pareja en turno era
borroso.
Continuó imaginando a otro de “sus
hombres” haciéndolo entrar en la habitación donde gemía como posesa; podía
darse el lujo de ello pues no sólo era una joven mujer de cara hermosa, aniñada
y mirada angelical como su nombre, también le pertenecía un cuerpo por demás
estético que robaba la admiración de los hombres que la vieran pasar y aún más
cuando utilizaba faldas cortas o ajustadas, dejando ver las torneadas
pantorrillas y la enmarcada silueta de su cadera, sin contar con los hermosos
senos generosos pero que no caían en la voluptuosidad.
A pesar de no disfrutar de ciertas
situaciones como el sexo oral tanto a ella como a su pareja en turno, mientras
se sentía siendo penetrada por aquel hombre que casi le rosaba las entrañas y
apenas recordaba su rostro, el recién llegado, de hermoso cuerpo atlético
abdomen musculoso y marcado, rasgos finos y un miembro de notable tamaño, se
aproximó a ella exhibiéndole a pleno rostro su desnudes y virilidad, acercando
ésta última a sus carnosos labios y sin dudarlo, a pesar de sus propios tabúes,
Ángela lo devoró con una gula extraña en ella, disfrutando el sabor de la carne
de su segundo compañero de cama. No tenía escrúpulos en cuanto a el placer se
refería pero sabía con quién y cuándo “descararse”; no se desconcertó en lo
absoluto al sentir el cálido, suave y húmedo recorrer de otra lengua por sus
ansiosos glúteos a la vez de unas sonoras palmadas en ellos, sabía lo que le
esperaba, nunca lo había hecho en la vida real pero a decir verdad, sí se le
llegase a presentar la oportunidad con las personas adecuadas no dudaría en
hacerlo y así, sin mayor sorpresa, sintió que unas grandes y fuertes manos le
presionaban las nalgas para abrirlas y comenzar a besar y lamer su ya no tan
virginal esfínter anal. Mayor fue la satisfacción que sintió al reconocer el
tacto y la lengua del mejor de sus amantes, un ex novio con quien concluyó la
relación sentimental en malos términos, pero que estaba allí en su fantasía sin
rencor alguno, sólo para hacerla disfrutar del inigualable placer del erotismo
extremo y realizar la fantasía oculta en tantas mujeres de disfrutar con dos o
más hombres a la vez.
Trató de hacer los movimientos más
pausados para facilitarle el trabajo y en pocos minutos su hermosa “puerta
trasera” estaba ansiosa de ser tomada en asalto, con toda la fuerza y
brutalidad de los rencores guardados cual ariete, pero el momento no llegaba y
se sintió impotente al sólo sentir dos delgados dedos jugueteando con el
ansioso orificio que pedía a gritos ser llenado. Sacó el otro miembro de su
boca pero sujetándolo de inmediato con la mano derecha para continuar
estimulando, tuvo un ligero espasmo al sentir en su palma aquella formidable y
humedecida erección; bajó un poco la mirada y observó con sorpresa el raudal
que dejaba su liquido lubrico sobre el abdomen de quien la tomaba por la vagina
y sus muslos ya empapados.
En lo que no podría distinguirse entre
un susurro, una orden o una súplica, Ángela dijo con la voz entrecortada:
-¡Mételo ya cabrón!-
Y con la fuerza de un toro en brama su
fantaseado amante introdujo su pene en el orificio en el cual era solicitado,
arrancándole un desgarrador gemido difícil de distinguir entre dolor o placer,
el cual fue por sorpresa callado por el otro hombre quien introdujo con destreza
su miembro en la boca de una agitadísima y casi salívante Ángela para reanudar
la felación y así simbiotizarse los cuatro en un casi sobrenatural e inmoral
aquelarre.
Pasado el dolor y el placer casi sublime
de un orgasmo múltiple, ella comenzó a mover la cadera de manera frenética,
provocando en todo su ser una serie de espasmos repetidos uno tras otro, a tal
punto que perdió la cuenta de ellos y el último y más intenso inició al
degustar en su paladar por un instante, la tibia simiente tragándola toda
debido a la fuerza con que fue disparada, sin derramar una sola gota,
saboreándola sólo un poco; la oleada de placer continuó con la misma potencia
en sus entrañas, provocándole una experiencia única que sabía de manera consciente
tal vez nunca vivir; deseó que ese momento nunca terminara y no termino, pues
la cúspide del clímax llegó al momento en que el gigantesco miembro palpitante
en su vagina arremetió con furia siete veces antes de estallar dentro de ella,
haciéndole sentir el viscoso y aún más cálido esperma llegar hasta la
profundidad de su útero, arrancándole un auténtico manantial de líquido lubrico
que por un imperceptible y bochornoso momento confundió con orina, pero que a cada
mililitro segregado le hizo músculo por musculo, contraerse a su máxima
capacidad mientras se separaba de aquellos tres amantes de quienes ya ni
siquiera lograba distinguir los rostros -sí es que en algún momento les prestó
atención- envuelta en una serie de convulsiones orgásmicas al sentir los
chorros de semen saliendo de su hermoso cuerpo ya satisfecho.
Mientras disfrutaba las sublimes
manifestaciones de su lujuria consumada escuchó una dulce voz que le habló al
oído, la cual era difícil distinguir entre masculina o femenina:
-¡Hola mi amor! Espero lo hayas
disfrutado tanto como yo y recuerda, no novios, no parejas y no compromisos
hasta que yo lo decida-
El despertador sonó justo a las 6:00
a.m. y Ángela se sorprendió recostada sobre la toalla humedecida por completo,
aun acariciando su clítoris hinchado sin lograr detenerse hasta sentir un
orgasmo más. Fantaseaba también pensando que sólo ella sabía qué había hecho en
el pasado y a quien había comprometido su alma, en el momento lo disfrutaba
pero poco después, ya fueran minutos, horas o días, la embargaban una vez más
el vacío y la soledad que ni el mejor amante de éste mundo o de cualquier otro
podría llenar, ya estaba aprendiendo a vivir con ello; a pesar de esto lo único
que le avergonzaba en verdad era que Rogaciáno,
el repugnante mamarracho que había conocido en el Hospital Psiquiátrico,
penetró de modo íntimo en su psique apenas habiendo cruzado palabras con ella,
la conocía tan bien que sabía a qué, a quién y por qué había comprometido su
alma, sintiéndose ultrajada por él.
Dos horas después tomó el teléfono,
marcó un número y al reconocer la voz al otro lado del auricular, Ángela
preguntó:
-¿Qué vas a hacer hoy? Necesito alguien
con quien conversar, me siento un poco perturbada-
-¿Acaso te dieron la mejor follada de tu vida?-
Fue la sarcástica y malintencionada
respuesta que a pesar de eso, logró arrancarle una sonrisa tan amarga como su
existencia, doliéndole aún más que las profundas cortadas hechas en un
despiadado ritual de automutilación con el afilado cuchillo hurtado en la
cocina de su madre y a la vez, tan placentera como su noche entre Íncubos infernales, al saber que existía
una persona, aunque hosca y desagradable, sincera para con su espíritu
atormentado y pensó que tal vez también padecía Síndrome de Estocolmo.
-No sólo eso, creo que necesito ver a un
doctor y mis padres ya salieron a trabajar… ¿Puedes acompañarme? Necesito
algunas puntadas en los brazos, aunque no moriré por desangramiento-
-Ya debiste haber entendido que “cuando
no te toca, ni aunque te pongas y cuando te toca, ni aunque te quites”-
-A veces soy medio pendeja-
-No quiero subir tu egocentrismo a las
nubes- respondió el agrio interlocutor de Ángela -De pendeja no te he visto un pelo a menos que los tengas en el culo, es simple, estás trastornada y
maldita-
-¿Tienes que ser tan vulgar y cruel?-
-Sólo digo la verdad, los únicos
cabellos que he visto en ti son los de la cabeza y ¿Quién te manda a meterte
con cosas que no comprendes? Ya olvídalo, cúbrete bien los brazos y nos vemos
donde siempre en media hora-
-¡Gracias Roga!-
-Creo que no he puesto atención
suficiente-
-¿Por qué lo dices?-
-Porque me das agradeces cuando tú vas a
pagar el desayuno ¿Crees que te acompañare “de gratis”? ¡Éstas pendeja!-
-¡Eres
una mierda!-
-Lo sé y tú sabes que a pesar de todo,
cuentas con el apoyo de una “cacota”
de dos kilos y bastante hedionda, seas pendeja
o no-
-Mejor di que quieres cojerme-
-En definitiva, éstas tan pendejamente trastornada que sólo
piensas en sexo, mejor piensa en otra cosa hasta que sanen tus heridas, ya
encontraras a ese “alguien” especial-
Ángela no respondió, su mutismo lo
rompió una carcajada escandalosa y burlona al otro lado de la línea, antes de
concluir la llamada, ella escuchó a Rogaciáno recuperar aire para decir con
ironía:
-Te espero donde siempre ¡Olvide que
estás maldita! Discúlpame… pendeja-