jueves, 10 de marzo de 2016

Los Demonios de Angela (Corregido)

Sigue ésta noche amargura y dolor,
y en una lápida hacer el amor,
clavo mis dientes en tu blanca piel,
¡Hoy tengo sed!

Mägo de Oz- El Príncipe de la Dulce Pena IV

Era una extraña noche calurosa de invierno, manifestación explícita del cambio climático al cual demasiados responsabilizan por la contaminación y otros a los cambios naturales en la atmosfera del planeta -otros tantos a proyectos como HAARP- Eso no interesaba a Ángela siquiera un poco, tenía cosas más importantes en que pensar como el hecho de solucionar sus dos problemas principales, no era la situación económica pues gozaba de estabilidad en tal situación siendo “hija de familia”, tampoco era el resolver algún conflicto con su novio pues carecía de éste y no se encontraba en condición emocional para conseguir o buscar uno, la verdad era que tampoco estaba en disposición de mantener una relación formal. Sus problemas eran otros: un apetito sexual insaciable que casi la hacía parecer Ninfómana -esa noche sus hormonas estaban trabajando al máximo- y el segundo, que a pesar de tener en su agenda telefónica por lo menos diez números de quienes estarían por entero dispuestos a satisfacer sus necesidades casi fisiológicas, no se animaba a llamar a ninguno pues sabía de antemano que después de gozar al máximo el acto realizado como cada vez que lo hacía en el lugar que fuere, en poco tiempo la atacaría un sentimiento de auto agresión injustificado que los psiquiatras habían diagnosticado como Border-Line o Trastorno Límite de la Personalidad; una crisis emocional bastante compleja y común en mujeres con trasfondo de relaciones sentimentales destructivas. Ángela contaba con todos los requisitos para ser diagnosticada de ésta manera.

Estaba recostada sobre su cama sólo cubierta por una sabana y una cobija de esa noche, debido al clima la ropa que se había puesto para dormir era ligera: una playera de algodón holgada y una sensual y diminuta tanga que con trabajo cubría su bien depilado pubis; debería sentirse cómoda pero debido a su libido trabajando de tiempo completo, no podía dormir. Después de un rato ya había humedecido su ropa interior y dejado una mancha sobre la cama. Sintió una terrible necesidad de acariciarse ella sola pero su ideología personal de omitir la masturbación la detuvo, aunque la ansiedad era demasiado grande, estaba decidida en hacer valer su voluntad. Sólo se quitó la tanga sintiendo un escalofrío de placer al sentir la delgada, pequeña y satinada tela desprenderse de su vulva para recorrerle las piernas hasta los tobillos; se puso en pie para buscar una toalla, la cual colocó sobre la mancha de humedad que había dejado sobre el colchón y volvió a recostarse en la cama a pesar de saber que no podría conciliar el sueño.

Pasaron varios minutos que poco a poco se convirtieron en horas durante las cuales fantaseaba teniendo sesiones de sexo rudo con sus amantes, iniciando con uno del cual ni siquiera recordaba su nombre pero si el enorme, grueso y firme miembro viril que tanto le había hecho disfrutar hacía ya algunos ayeres, un hombre alto, robusto, no bien parecido y con un pésimo desenvolvimiento en la cama pero que el tamaño y la firmeza de su pene compensó en todo.

Aquella noche -de la cual sólo recordaba el musculo genital masculino- Ángela había realizado todo el trabajo, utilizando a aquel hombre como un mero objeto. No le remordía la conciencia, pues haber sentido su vagina penetrada hasta el cuello del útero, los músculos internos presionados al máximo y todos los orgasmos experimentados habían valido la pena. Esa noche la remembraba con satisfacción aunque en medio de la fantasía donde cabalgaba con frenesí, el rostro de su pareja en turno era borroso.

Continuó imaginando a otro de “sus hombres” haciéndolo entrar en la habitación donde gemía como posesa; podía darse el lujo de ello pues no sólo era una joven mujer de cara hermosa, aniñada y mirada angelical como su nombre, también le pertenecía un cuerpo por demás estético que robaba la admiración de los hombres que la vieran pasar y aún más cuando utilizaba faldas cortas o ajustadas, dejando ver las torneadas pantorrillas y la enmarcada silueta de su cadera, sin contar con los hermosos senos generosos pero que no caían en la voluptuosidad.

A pesar de no disfrutar de ciertas situaciones como el sexo oral tanto a ella como a su pareja en turno, mientras se sentía siendo penetrada por aquel hombre que casi le rosaba las entrañas y apenas recordaba su rostro, el recién llegado, de hermoso cuerpo atlético abdomen musculoso y marcado, rasgos finos y un miembro de notable tamaño, se aproximó a ella exhibiéndole a pleno rostro su desnudes y virilidad, acercando ésta última a sus carnosos labios y sin dudarlo, a pesar de sus propios tabúes, Ángela lo devoró con una gula extraña en ella, disfrutando el sabor de la carne de su segundo compañero de cama. No tenía escrúpulos en cuanto a el placer se refería pero sabía con quién y cuándo “descararse”; no se desconcertó en lo absoluto al sentir el cálido, suave y húmedo recorrer de otra lengua por sus ansiosos glúteos a la vez de unas sonoras palmadas en ellos, sabía lo que le esperaba, nunca lo había hecho en la vida real pero a decir verdad, sí se le llegase a presentar la oportunidad con las personas adecuadas no dudaría en hacerlo y así, sin mayor sorpresa, sintió que unas grandes y fuertes manos le presionaban las nalgas para abrirlas y comenzar a besar y lamer su ya no tan virginal esfínter anal. Mayor fue la satisfacción que sintió al reconocer el tacto y la lengua del mejor de sus amantes, un ex novio con quien concluyó la relación sentimental en malos términos, pero que estaba allí en su fantasía sin rencor alguno, sólo para hacerla disfrutar del inigualable placer del erotismo extremo y realizar la fantasía oculta en tantas mujeres de disfrutar con dos o más hombres a la vez.

Trató de hacer los movimientos más pausados para facilitarle el trabajo y en pocos minutos su hermosa “puerta trasera” estaba ansiosa de ser tomada en asalto, con toda la fuerza y brutalidad de los rencores guardados cual ariete, pero el momento no llegaba y se sintió impotente al sólo sentir dos delgados dedos jugueteando con el ansioso orificio que pedía a gritos ser llenado. Sacó el otro miembro de su boca pero sujetándolo de inmediato con la mano derecha para continuar estimulando, tuvo un ligero espasmo al sentir en su palma aquella formidable y humedecida erección; bajó un poco la mirada y observó con sorpresa el raudal que dejaba su liquido lubrico sobre el abdomen de quien la tomaba por la vagina y sus muslos ya empapados.

En lo que no podría distinguirse entre un susurro, una orden o una súplica, Ángela dijo con la voz entrecortada:

-¡Mételo ya cabrón!-

Y con la fuerza de un toro en brama su fantaseado amante introdujo su pene en el orificio en el cual era solicitado, arrancándole un desgarrador gemido difícil de distinguir entre dolor o placer, el cual fue por sorpresa callado por el otro hombre quien introdujo con destreza su miembro en la boca de una agitadísima y casi salívante Ángela para reanudar la felación y así simbiotizarse los cuatro en un casi sobrenatural e inmoral aquelarre.

Pasado el dolor y el placer casi sublime de un orgasmo múltiple, ella comenzó a mover la cadera de manera frenética, provocando en todo su ser una serie de espasmos repetidos uno tras otro, a tal punto que perdió la cuenta de ellos y el último y más intenso inició al degustar en su paladar por un instante, la tibia simiente tragándola toda debido a la fuerza con que fue disparada, sin derramar una sola gota, saboreándola sólo un poco; la oleada de placer continuó con la misma potencia en sus entrañas, provocándole una experiencia única que sabía de manera consciente tal vez nunca vivir; deseó que ese momento nunca terminara y no termino, pues la cúspide del clímax llegó al momento en que el gigantesco miembro palpitante en su vagina arremetió con furia siete veces antes de estallar dentro de ella, haciéndole sentir el viscoso y aún más cálido esperma llegar hasta la profundidad de su útero, arrancándole un auténtico manantial de líquido lubrico que por un imperceptible y bochornoso momento confundió con orina, pero que a cada mililitro segregado le hizo músculo por musculo, contraerse a su máxima capacidad mientras se separaba de aquellos tres amantes de quienes ya ni siquiera lograba distinguir los rostros -sí es que en algún momento les prestó atención- envuelta en una serie de convulsiones orgásmicas al sentir los chorros de semen saliendo de su hermoso cuerpo ya satisfecho.

Mientras disfrutaba las sublimes manifestaciones de su lujuria consumada escuchó una dulce voz que le habló al oído, la cual era difícil distinguir entre masculina o femenina:

-¡Hola mi amor! Espero lo hayas disfrutado tanto como yo y recuerda, no novios, no parejas y no compromisos hasta que yo lo decida-

El despertador sonó justo a las 6:00 a.m. y Ángela se sorprendió recostada sobre la toalla humedecida por completo, aun acariciando su clítoris hinchado sin lograr detenerse hasta sentir un orgasmo más. Fantaseaba también pensando que sólo ella sabía qué había hecho en el pasado y a quien había comprometido su alma, en el momento lo disfrutaba pero poco después, ya fueran minutos, horas o días, la embargaban una vez más el vacío y la soledad que ni el mejor amante de éste mundo o de cualquier otro podría llenar, ya estaba aprendiendo a vivir con ello; a pesar de esto lo único que le avergonzaba en verdad era que Rogaciáno, el repugnante mamarracho que había conocido en el Hospital Psiquiátrico, penetró de modo íntimo en su psique apenas habiendo cruzado palabras con ella, la conocía tan bien que sabía a qué, a quién y por qué había comprometido su alma, sintiéndose ultrajada por él.

Dos horas después tomó el teléfono, marcó un número y al reconocer la voz al otro lado del auricular, Ángela preguntó:

-¿Qué vas a hacer hoy? Necesito alguien con quien conversar, me siento un poco perturbada-

-¿Acaso te dieron la mejor follada de tu vida?-

Fue la sarcástica y malintencionada respuesta que a pesar de eso, logró arrancarle una sonrisa tan amarga como su existencia, doliéndole aún más que las profundas cortadas hechas en un despiadado ritual de automutilación con el afilado cuchillo hurtado en la cocina de su madre y a la vez, tan placentera como su noche entre Íncubos infernales, al saber que existía una persona, aunque hosca y desagradable, sincera para con su espíritu atormentado y pensó que tal vez también padecía Síndrome de Estocolmo.

-No sólo eso, creo que necesito ver a un doctor y mis padres ya salieron a trabajar… ¿Puedes acompañarme? Necesito algunas puntadas en los brazos, aunque no moriré por desangramiento-

-Ya debiste haber entendido que “cuando no te toca, ni aunque te pongas y cuando te toca, ni aunque te quites”-

-A veces soy medio pendeja-

-No quiero subir tu egocentrismo a las nubes- respondió el agrio interlocutor de Ángela -De pendeja no te he visto un pelo a menos que los tengas en el culo, es simple, estás trastornada y maldita-

-¿Tienes que ser tan vulgar y cruel?-

-Sólo digo la verdad, los únicos cabellos que he visto en ti son los de la cabeza y ¿Quién te manda a meterte con cosas que no comprendes? Ya olvídalo, cúbrete bien los brazos y nos vemos donde siempre en media hora-

-¡Gracias Roga!-

-Creo que no he puesto atención suficiente-

-¿Por qué lo dices?-

-Porque me das agradeces cuando tú vas a pagar el desayuno ¿Crees que te acompañare “de gratis”? ¡Éstas pendeja!-

Eres una mierda!-

-Lo sé y tú sabes que a pesar de todo, cuentas con el apoyo de una “cacota” de dos kilos y bastante hedionda, seas pendeja o no-

-Mejor di que quieres cojerme-

-En definitiva, éstas tan pendejamente trastornada que sólo piensas en sexo, mejor piensa en otra cosa hasta que sanen tus heridas, ya encontraras a ese “alguien” especial-

Ángela no respondió, su mutismo lo rompió una carcajada escandalosa y burlona al otro lado de la línea, antes de concluir la llamada, ella escuchó a Rogaciáno recuperar aire para decir con ironía:


-Te espero donde siempre ¡Olvide que estás maldita! Discúlpame… pendeja-