domingo, 4 de octubre de 2015

Desesperación Cap. III Una Desagradable Sorpresa

Muchos niños se crían solos,
¿Dónde estabas?
Cuando crecen
¡No te aman!

Por tus hijos un día mueres,
con tiempo los niños mandan,
están podridos y te odian.

Brujería–Cuiden a los niños

Otro mundo o por lo menos esa impresión dio al Profesor después de cruzar las puertas; a cuarenta o cincuenta metros de la entrada se veía una gran construcción con una visible influencia Victoriana en su fachada, situación extraña ya que dicha corriente arquitectónica no era socorrida en éste país por los arquitectos de la época en que se deducía su manufactura, se notaba una estructura de cuatro niveles escalonados rematados con una breve torre al centro,  conclusiones en forma triangular a dos aguas o sólo descendentes decorados con teja de barro rojo, ocho columnas de corte románico en lo que parecía ser mármol sosteniendo un balcón o patiecillo superior bastante amplio en su capitel, seis ventanas amplias hacia cada costado de la imponente puerta de entrada a las estancias, en cada extremo era también notable la presencia de estructuras a manera de torres de guardia y vigilancia que terminaban un nivel debajo de la aparente torre central; en el piso superior se notaba ya más de cerca que la zona vista era tan amplia que abarcaba gran parte de la construcción, pues sólo una de las ventanas alineadas enmarcaba el sitio a cada flanco. El tercer y cuarto nivel seguían el mismo patrón de alineación con seis ventanas marcando cada habitación pero no por eso demeritaban la magnificencia del edificio en su conjunto.

A decir verdad se sintió un poco intimidado por la misma casa en su fachada; llegó a la puerta de entrada subiendo tres escalones cortos, cruzando un breve espacio con una pequeña mesa circular de acero forjado en motivos campestres, un columpio del mismo material y acabado sujetado con gruesas cuerdas en una igual ancha viga de madera que en apariencia sostenía una parte del techo, la enorme puerta con vidrio esmerilado para evitar que se distinga el interior en su totalidad y una campana de bronce para llamar. Jaló el cordón y un agradable tintineo se hizo audible; momentos después vio la silueta de una persona, comenzó a escuchar el sonido de llaves agitarse al otro lado del grueso cristal y varias cerraduras desactivarse.

Una mujer robusta, con cabello un tanto castaño y cano que le pasaba la cintura en una trenza por el frente lo recibió; vestía un austero atuendo de una sola pieza en color beige, la pieza de la falda también marcaba su corte a “cinco dedos” bajo las rodillas y lo que correspondía a la zona del pecho sólo se hacía notar por el cambio de textura en la tela. Higinio calculó que la mujer tendría entre cuarenta y cincuenta años de edad, disimulados por la notable ausencia de maquillaje y la “viveza” de sus profundos ojos azules, en definitiva no era una mujer de aspecto poco agradable sí no al contrario de esto la visible austeridad de su atuendo la hacía lucir casi encantadora, sin contar con la misma mística en su tez sin excesivo maquillaje intentando disimular su edad o con intención similar… y la melódica entonación de la educada voz, el Profesor nunca había escuchado algo similar.

-Usted debe de ser el Profesor Higinio, pase por favor, lo estábamos esperando- dijo la mujer de aspecto discreto invitándolo a entrar, abriendo la puerta a plenitud y señalando con sobrada cortesía que el recién llegado ingresara -Mi nombre es Abdiel, soy el Ama de Llaves y Niñera de la familia; cualquier cosa que necesite, estaré a su servicio- mientras avanzaban dentro de la enorme y lujosa casa, ignorando el estupor de Higinio, la mujer continuó -También debo por lo menos ofrecer una disculpa ya que no pude recibirlo a su llegada a la Estación de Autobús-

-No se preocupe por eso- respondió él sin volver la mirada pues ésta se mantenía sobre los retratos en óleo que decoraban el salón -Lo importante es que ya estoy aquí-

La mujer respondió con una amplia sonrisa, la cual llamó la atención del curioso recién llegado:

-Usted disculpe mi falta de atención pero éstas pinturas son maravillosas y no pude evitar quedar embelesado-

Él podría jurar que esos retratos eran hechos por Alexandre Cabanel, Paul Baudry o alguno de Los Academicistas de mediados del siglo XIX, sólo distinguibles por ese “ligero toque” aún más siniestro y tétrico, casi oscuro.

-Disculpe usted- dijo El Profesor aún absorto en los lienzos y repitiendo la disculpa ofrecida escuchándose por demás bobo -Pero éstas pinturas me han dejado impresionado, son maravillosas-

-Es entendible, a pesar de mirarlos a diario no dejan de impresionarme- respondió la mujer a espalda del Higinio -En realidad el señor Nibas es un gran artista, mi abuela decía que desde pequeño demostró tener un talento inigualable, al punto de realizar un retrato perfecto de su madre a los ocho años de edad, es claro qué estos retratos familiares los realizó “un poco mayor”-

-Eso es indiscutible- respondió el recién llegado -Sí usted me asegurara lo contrario lo interpretaría como un insulto a mi inteligencia-

-Por favor, no interprete mal mis palabras- la mujer hizo un gesto de “tomar calma” con las manos y dio un ligero paso atrás; Higinio sólo lo vio por el rabillo del ojo -En ningún momento seria mi intención incomodarlo con algo así; me hipnotiza la creatividad del pintor, no es vulgar adulación y tampoco suspicacia hacía usted-

-No se preocupe- por extraño que pareciera en quien lo conociera de algún tiempo, sonrío y después de todo no resultaba desagradable éste gesto, ahora si volvió su atención por completo al Ama de Llaves -Necesito fumar, saldré a la pequeña mesa de la entrada ¿Puede facilitarme un cenicero?-

-No se preocupe, lo llevare a la mesa ¿Puedo ofrecerle algo de beber?-

-Sí no es mucha molestia, una taza con café no me vendría mal-

Higinio caminó sin dilación fuera de la casa y diez minutos después disfrutaba del café caliente más suculento que su paladar podía recordar acompañado de un cigarro; ni siquiera pasó por su mente la idea de fumar “otra cosa” ya que sus sensaciones se regocijaban con el recuerdo de los bellos lienzos, el sabor combinado del café y el tabaco, mezclados con la tranquilidad de estar lejos de los cuestionamientos a su personalidad y vida privada, de cualquier imposición moral.

.·.

Una vez más se encontró de aquel complejo departamental, ahora no corría por su mente aquella sensación de temor, de sentirse encerrado y perseguido, al igual que la ocasión anterior lo invadía el bien estar y la tranquilidad. Ya no tenía espacio en su vida -por lo menos onírica- la pesadumbre aterradora de “Su Realidad”.

Allí su esposa, su pareja, después de “múltiples batallas en contra de todo”. Lo que era verdad es que el carácter explosivo de ella y esos terribles ojos negros que se manifestaban cuando ella se alteraba por algún motivo continuaban perturbándole, tanto que casi le destrozaban los nervios y escuchar el inexplicable acompañamiento de las voces infantiles “salidas de la nada” no era algo fácil de asimilar pero ya comenzaba a acostumbrarse... el amor y el cariño podían superarlo todo.

Higinio se sentía viejo, un tanto cansado y se torturaba intentando recordar como había conocido a todas esas personas sin lograr recordarlo. Lo que si recordaba con claridad era que en algún momento de su vida amó con pasión a otra persona pero algo que no lograba hacer era recordar su nombre, aún menos su rostro.

-¿En qué estás pensando?- preguntó “su esposa” con no buen gesto mientras transportaba una charola con algunos trastes sucios.

-En que muchas veces no me siento “Yo”- respondió Higinio con una sonrisa de disimulo sí no de ironía o cinismo por igual disfrazado, lo que lo hacía aún más notorio.

-¿Qué quieres escuchar?- respondió ella regresando de la cocina y con la mirada baja     -¿Qué te diga que éste es “Tú infierno” y yo te custodio?-
-Sabes a la perfección que no es así- dijo Higinio para dejar su actividad y caminar hacia la mujer que tomó lugar en el sillón individual sin levantar la mirada haciendo que el cabello le cubriera los ojos.

-¿Sabes en dónde estás?- preguntó ella llevándose los brazos entre las piernas dando un aspecto sobrado de inocencia.

.·.

-¿Me acepta usted otra taza con café?- preguntó Abdiel haciendo que Higinio regresara de su pesadilla que apenas iniciaba.

-Sí me hace usted el favor- respondió entregándole la taza con un cuarto de líquido ya frio.

Abdiel sonrió complacida, tomó la taza sucia y entró de nuevo a la casa para llenar el recipiente.

El sol ya comenzaba su declive, no en demasiado tiempo conocería a sus nuevos y misteriosos “alumnos”, sin pretenderlo, tal vez por nerviosismo comenzó a tararear Totentanz de Franz Liszt. El Ama de Llaves regresó y colocó sobre la mesilla la taza con la bebida caliente.

.·.

En realidad no supo cuánto tiempo paso recociendo los inmensos salones de la casona pues incluso salir de la habitación que le había sido asignada representaba una tarea colosal; recorrer la primera planta parecía perderlo por completo entre sus muros, la misma escalera pareciera no tener fin, hecha sólo para ser ascendida por alguien no perteneciente a éste mundo y a decir verdad su arquitectura lo incomodaba bastante.

Una gran escalera en forma de “caracol” conducía a las diversas habitaciones, entre ellas la suya, en los costados se notaban las protecciones para evitar accidentes así como un pequeño elevador en el fondo del pasillo, todas las estancias que había alcanzado a discernir decoradas con retratos del estilo mencionado o copias fieles de los grandes pintores pues en algún lugar llegó a ver copias exactas de cuadros de Rubens o Pablo Picasso; pasó por su mente retorcida la idea de que dichos cuadros no fueran copias, dado el poder adquisitivo de la familia para la que trabajaba... sobre todo los supuestos nexos con sociedades criminales.

Sonó un golpeteo en su puerta seguido de la voz de Abdiel.

-Ya es hora, los niños están esperando-

.·.

Algunas horas después Higinio trataba de explicarse a sí mismo, tanto sus percepciones como las aún más extrañas reacciones y emociones que lo abordaron desde qué la Niñera llamara a su puerta, iniciando por la percepción de qué toda su habitación, duplicó su tamaño por voluntad propia incluso que ésta misma gozara de vida y voluntad, disfrutando hacerle sufrir tan sólo dar un paso, haciendo el aire tan denso que ningún aliento humano pudiese flotar sin caer pesado en la pulida tarima a la que sólo prestó atención hasta que imaginó todo aquello. Caminó hasta la puerta y abrió intentando disimular su desasosiego jurando que su aliento era plomo:

-Bien- dijo con los nervios destrozados -Vayamos con los pequeños- agregó con una sonrisa sutil pero tan falsa como todas las esbozadas durante su vida en realidad no quería ir, el pasillo que conducía a la escalera, era interminable, eterno, a cada breve paso que daba se hacía más largo y oscuro a pesar de que cada tres metros había una lámpara que iluminaba su camino, los lienzos enmarcados a los costados le parecían mirarle inquisitivos señalando que había dado su palabra y sí eso no bastara, había un papel de por medio qué aunque no estaba firmado y entregado, no debía dejarse llevar por ese tipo de emociones viscerales… a menos que Alu estuviese de por medio, sin ropa y dispuesta a todo con él.

Trataba de despejar su mente un poco y por único, logró traer aquellas fantasías acidas que sólo le resultaban gratas estando intoxicado y sometido a la voluntad del opio; fue cuando por primera vez se dio cuenta de nunca antes haberse permitido siquiera tener miedo, sentirse nervioso y más que nada eso, sentir. Era algo nuevo y por eso mismo no sabía como lidiar con ello y a pesar de todas las sensaciones nuevas, decidió enfrentarlas con la misma convicción con que fumaba Goma o esnifaba Cocaína y se sintió bien por primera vez; tal vez desde que era un niño su sonrisa no fue falsa o de prepotencia pero al ver la majestuosa escalinata con protección en el barandal su inexplicable buen ánimo se derrumbó de nuevo, eso también era nuevo y en definitiva no sabía como lidiar con algo así.

-Necesito un cigarro- pensó antes de poner un pie sobre el primer escalón y sin que se diera cuenta su respiración se agitaba cada vez más, hasta llegar al breve descanso de la estructura y miró hacia arriba, una distancia interminable pero que estaba seguro la surcaría sin darse cuenta como ésta primera mitad o en el acenso al primer nivel. Continuó avanzando intentando no demostrar su cobardía ante La Niñera y por el contrario, firmeza y seguridad de carácter pues eso debía demostrar a sus nuevos alumnos, entonces intentó desviar su mente, sus pensamientos en una serie de números que planteaban la existencia de civilizaciones inteligentes dentro de nuestra galaxia, tomando como base las especulaciones de Frank Drake partiendo de la cifra nada despreciable de cuatrocientos mil millones, agregando después muchas variantes al planteamiento surgidas de sus propias conclusiones y especulaciones, logrando su objetivo de escapar de allí -por lo menos en manera psicológica- sólo se percató de terminar de subir la escalera, entrar en alguna estancia y tomar asiento, tiempo después de realizarlo y bendijo a “La Magia de los Números”.

-¡Niños, ya es hora, salgan a recibir a su nuevo profesor!-

No fue un grito autoritario sí no una llamada a su atención con “una ligera pisca de miel” en su entonación que a Higinio le destrozó los nervios haciendo que un breve chorro de orina escapara de su cuerpo manchándole la ropa interior al mismo instante que aquel salón gigante a su percepción crecía aún más; dos puertas de madera al interior se abrían demasiado lentas en un silencio tan escandaloso que bien podía ocultar El Día-D en su interior y ningún alma percatarse de ello. Escuchó los pasos de dos personas acercarse y levantó la mirada, sólo su “auto-control” o mejor dicho su apatía, evitó que saliera corriendo de ese lugar ante lo siguiente: dos siluetas delgadas y en extremo pálidas casi al punto de poder jurar que podía ver a través de ellos de no ser por las finas prendas que los dos portaban, en efecto eran un niño y una niña que sonreían alegres pero entonces en un breve ataque de sapiencia, recordó que esto se debía a los devastadores efectos de sus padecimientos, de igual forma ambos presentaban hematomas bastante grandes en antebrazos y manos, el cabello del más grande, cabe decir más alto, estaba un tanto crecido y el de ella -dedujo que era una niña- le pasaba la cintura acomodado en una bien tejida trenza y recogido al nivel del rostro por una elegante peineta de plata, ambos de un castaño oscuro bastante peculiar; pero los ojos, esos ojos eran algo digno de recordar por no decir imposibles de olvidar, pues los ojos del niño, casi adolecente, se veían cubiertos por una telilla gris que daba el aspecto de un anciano enceguecido desde el lagrimal hasta la zona inferior del ojo… sus ojos se veían muertos por completo y los de ella con simpleza eran tan negros y vacíos que cualquiera podía caer en ese abismo para jamás esperar impactar con algo pues parecían estar tan huecos que Higinio se vio reflejado en ellos y sintió consternación, miedo de sí mismo.

-Tú debes de ser Thaumiel Nicolás- señaló al niño que parecía tener los ojos muertos -Y tú Allatou Lilu- se dirigió ahora a la niña fingiendo revisar algunas notas que estaban allí cerca.

-No tiene por qué fingir- dijo Lilu -Tal vez, sólo “tal vez” mi hermana omitió mencionar qué nosotros percibimos sus ondas cerebrales, será más cómodo para usted sí sale al baño, se asea y continuamos con ésta inútil reunión de protocolo social e intento de sesión académica-

Nicolás soltó a reír casi con escándalo, tanto que por un momento sus ojos parecían vivos por su parte La Niñera sólo abrazó a la pequeña Lilu disfrazando la risotada y mientras Higinio salía incómodo de aquella enorme habitación la pequeña niña de ojos negros preguntó al aire:

-¿Dije algo malo o inapropiado?-

.·.

Entró rápido a su habitación y lo primero que hizo fue poner algo de música a un volumen moderado; para mala fortuna su reproductor de música escupió a manera de “ruletaThe Prophets of Loss de Cattle Decapitation:

Infancia, vertientes de la advertencia,
una evolución que ignora
el inminente futuro indeterminado de maldad,
nuestras frutas fulminantes,
su brillo perdido en el éter.

Tomó una toalla para secarse y entró a darse una ducha rápida, quince minutos después caminaba apresurado al salón en donde lo esperaban los dos pálidos niños y La Niñera. No se percató de que en ningún momento le parecieron eternos la escalinata o el pasillo, lo que en realidad le interesaba era llegar pronto, así los diversos cuadros lo señalaran acusadores o la luz pareciera intermitente y demasiado blanca, tampoco haber dejado encendido su reproductor de música. Dio como aviso de su arribo tres golpes en la puerta y entró casi dándose una palmada en la frente al percatarse de que tampoco había tomado su material de trabajo.

-Disculpen ustedes el retraso- dijo Higinio una vez entrado en el salón.

-No se preocupe profesor- respondió Nicolás -Estamos acostumbrados a ese tipo de reacciones por parte de nuestros profesores el primer día, por lo regular mojan por completo su ropa interior, usted resistió más, sólo algunas gotas de orines-

Después de poner “las cosas en claro” y evaluar de manera somera el nivel de aprendizaje de los niños -evaluación somera que demostró resultados en extremo altos- inició por dar clase de Física explicando de la manera más sencilla que pudo “La Teoría de la Relatividad” de Albert Einstein, lo cual generó bastante interés, mayor en la más pequeño de los infantes, lo cual a Higinio le causó un tanto de alegría y confianza, concluyendo:

-Espero que les haya quedado clara la teoría de Einstein y en que consiste la formula E= mc2-
-No hay ningún problema- respondió la pequeña Lilu y Abdiel, miraba satisfecha en una silla un poco alejada -La Teoría General de la Relatividad nos dice que “un punto concreto no se puede distinguir de manera experimental entre un cuerpo uniforme acelerado y un campo gravitatorio, La Teoría de la Relatividad Restringida o Especial que no existe un sistema inercial de referencia privilegiado que se pueda considerar como absoluto. La velocidad de la luz en el vacío es una constante universal, C”, que es independiente del movimiento de la fuente de luz, siendo el significado de la formula, “E” energía, “M” la masa o materia y como dije, ”C”, la constante de la velocidad de la luz, todo esto elevándolo al cuadrado- 

-“E”, la energía- agregó Nicolás -En cabalidad corresponde a la velocidad de la luz que es en un aproximado de trecientos mil kilómetros por segundo y no hay nada más veloz que eso-

Higinio no pudo hacer más que sonreír satisfecho, aunque le quedaba en duda que esos niños pudieran comprender en realidad lo que estaban diciendo y lo que él tanto se había esmerado en explicar pero recordó sus primeros días como estudiante y lo aburridas que le resultaban las clases, no hablar sobre el desdén de sus profesores y compañeros al tener en clases universitarias a un niño pequeño, así que agregó:

-Niños, no dudo en ningún momento que entiendan esto, sin embargo sólo puedo decir que nunca “crean” todo lo que dicen las teorías oficiales, les pondré un ejemplo- comenzó a escribir en el pequeño pizarrón algunos nombres -Por allí de principios del Siglo XX, contemporáneo a Einstein vivía otro científico llamado Nicola Tesla, dicen que los dos se la pasaban discutiendo y Tesla planteaba muchas cosas que hacían quedar a Einstein en ridículo con sus teorías ante la comunidad científica de la época- hizo una pausa y acercó una botella con agua que estaba sobre la mesa, bebió un trago y continuó -Es un tema bastante interesante que abordaremos a profundidad después. Hace algunos años, para ser preciso en el año dos mil, otro científico llamado Lujun J. Wang realizó un experimento en el cual, la velocidad de la luz era superada trescientas diez veces, ósea un aproximado de nueve mil millones de kilómetros por segundo… después les explicaré en que consiste éste experimento, concluyendo, no tomen todas las teorías oficiales como un dogma, existen muchas situaciones similares en que esos “dogmas” establecidos son desechados con facilidad dejando como muestra que la Teoría de la Relatividad es eso, una teoría y que un hecho comprobado demuestra que es erróneo, sin embargo por alguna extraña razón, no se nos informa de esto-

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Antes de que Higinio diera por terminada la clase Abdiel se puso en pie y se acercó a él para decir:

-Profesor necesito limpiar las heridas del pequeño Erlik pues hace algunos días se le ocurrió la idea de salir a “tomar el sol” en el jardín- dio un profundo suspiró y comenzó a caminar hacia una de las cinco puertas en el salón mientras concluía -Ofrezco una disculpa por mi falta de cortesía y no invitarle a comer. Terminando la clase por favor diríjanse al comedor pequeño que ésta dentro de la cocina para que coman los tres- acto seguido desapareció tras una de las ya mencionadas. Su lección siguió varias horas.

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Cuando los tres llegaron al lugar indicado Abdiel ya tenía casi una hora de haber bajado y preparado los alimentos. Había cuatro juegos de cubiertos en la mesa, los dos niños tomaron asiento; olía a carne al fuego, Higinio se acercó a la niñera:

-¿Puedo colaborar en algo?- preguntó.

-No se preocupe… bueno ¿Puede servir jugo? Está en la nevera, es de Fruta de Granada, espero que usted no sea alérgico… y también que no sea vegetariano- respondió La Niñera mientras servía cuatro platos con Feijoda; de inmediato él se apresuró a realizar lo indicado.

Llego el “plato fuerte” e Higinio se desconcertó un poco al ver el tamaño de la porción, no era asiduo consumidor de la comida Brasileña pero tampoco le era desconocida        -Ésta porción puede alimentar a todo un batallón- pensó y no dijo nada pero la expresión de su rostro al ver el gigantesco Entrecot que desbordaba por los lados de su plato lo delató y mientras Abdiel le servía la guarnición en otro plato con una sonrisa burlona Lilu dijo:
-Es para que usted se lo coma Profesor, no para que la carne se lo coma a usted, ya no ésta vivo-

La sonrisa maliciosa con que acompaño la broma fue seguida de una risotada de Nicolás, mientras Abdiel se dirigió a un mueble cercano de dónde sacó una botella de vino tinto, dos copas de cristal, los llevó a la mesa  y se acercó a otro mueble de dónde sacó dos vasos de vidrio, caminó al refrigerador y sacó una jarra mediana con Clericot.

El Profesor no pudo sosegar su curiosidad y tomó la botella de vino para mirar la marca y fecha de cosecha, con una tímida y un tanto nerviosa sonrisa de sorpresa verificó que la botella era un Château Lafite-Rothschild de 1982, estuvo cerca de decir algo y declinar el “descorche”, devolvió el recipiente a la mesa en silencio pero sus cavilaciones se rompieron junto con el característico sonido de la botella y el corcho al abrirse, seguido del de el carmesí liquido contra el cristal.


Una vez más Lilu rompió el silencio y mirándolo de nuevo con una sardónica risa, luminosos ojos de abismal negrura, piel exagerada de palidez y dientes perlados, dijo:

-Es un buen vino Profesor, sólo déjelo “respirar” diez minutos-

Higinio sintió algo lacerante en su orgullo, un mezquino y descarado sarcasmo al que no podía responder… por el momento; pudo jurar que esos pequeños ojos lo miraban triunfantes, desdeñosos y burlones desde algún lugar de su lúgubre percepción.

-Disculpe Señora- se dirigió a Abdiel con un nudo en la garganta -¿Puede servirme un poco de agua mientras “respira” el vino y salgo a fumar?- sin resistir más salió al patio a encender un cigarro.