Muchos
niños se crían solos,
¿Dónde
estabas?
Cuando
crecen
¡No
te aman!
Por
tus hijos un día mueres,
con
tiempo los niños mandan,
están
podridos y te odian.
Brujería–Cuiden
a los niños
Otro mundo o por lo
menos esa impresión dio al Profesor después de cruzar las puertas; a cuarenta o
cincuenta metros de la entrada se veía una gran construcción con una visible
influencia Victoriana en su fachada,
situación extraña ya que dicha corriente arquitectónica no era socorrida en
éste país por los arquitectos de la época en que se deducía su manufactura, se
notaba una estructura de cuatro niveles escalonados rematados con una breve
torre al centro, conclusiones en forma
triangular a dos aguas o sólo descendentes decorados con teja de barro rojo,
ocho columnas de corte románico en lo
que parecía ser mármol sosteniendo un balcón o patiecillo superior bastante
amplio en su capitel, seis ventanas amplias hacia cada costado de la imponente
puerta de entrada a las estancias, en cada extremo era también notable la
presencia de estructuras a manera de torres de guardia y vigilancia que
terminaban un nivel debajo de la aparente torre central; en el piso superior se
notaba ya más de cerca que la zona vista era tan amplia que abarcaba gran parte
de la construcción, pues sólo una de las ventanas alineadas enmarcaba el sitio
a cada flanco. El tercer y cuarto nivel seguían el mismo patrón de alineación
con seis ventanas marcando cada habitación pero no por eso demeritaban la
magnificencia del edificio en su conjunto.
A decir verdad se
sintió un poco intimidado por la misma casa en su fachada; llegó a la puerta de
entrada subiendo tres escalones cortos, cruzando un breve espacio con una
pequeña mesa circular de acero forjado en motivos campestres, un columpio del
mismo material y acabado sujetado con gruesas cuerdas en una igual ancha viga
de madera que en apariencia sostenía una parte del techo, la enorme puerta con
vidrio esmerilado para evitar que se
distinga el interior en su totalidad y una campana de bronce para llamar. Jaló
el cordón y un agradable tintineo se hizo audible; momentos después vio la
silueta de una persona, comenzó a escuchar el sonido de llaves agitarse al otro
lado del grueso cristal y varias cerraduras desactivarse.
Una mujer robusta, con
cabello un tanto castaño y cano que le pasaba la cintura en una trenza por el
frente lo recibió; vestía un austero atuendo de una sola pieza en color beige,
la pieza de la falda también marcaba su corte a “cinco dedos” bajo las rodillas
y lo que correspondía a la zona del pecho sólo se hacía notar por el cambio de
textura en la tela. Higinio calculó que la mujer tendría entre cuarenta y
cincuenta años de edad, disimulados por la notable ausencia de maquillaje y la
“viveza” de sus profundos ojos azules, en definitiva no era una mujer de
aspecto poco agradable sí no al contrario de esto la visible austeridad de su
atuendo la hacía lucir casi encantadora, sin contar con la misma mística en su
tez sin excesivo maquillaje intentando disimular su edad o con intención
similar… y la melódica entonación de la educada voz, el Profesor nunca había
escuchado algo similar.
-Usted debe de ser el
Profesor Higinio, pase por favor, lo estábamos esperando- dijo la mujer de
aspecto discreto invitándolo a entrar, abriendo la puerta a plenitud y
señalando con sobrada cortesía que el recién llegado ingresara -Mi nombre es Abdiel, soy el Ama de Llaves y Niñera de
la familia; cualquier cosa que necesite, estaré a su servicio- mientras
avanzaban dentro de la enorme y lujosa casa, ignorando el estupor de Higinio,
la mujer continuó -También debo por lo menos ofrecer una disculpa ya que no pude
recibirlo a su llegada a la Estación de Autobús-
-No se preocupe por
eso- respondió él sin volver la mirada pues ésta se mantenía sobre los retratos
en óleo que decoraban el salón -Lo importante es que ya estoy aquí-
La mujer respondió con
una amplia sonrisa, la cual llamó la atención del curioso recién llegado:
-Usted disculpe mi
falta de atención pero éstas pinturas son maravillosas y no pude evitar quedar
embelesado-
Él podría jurar que
esos retratos eran hechos por Alexandre
Cabanel, Paul Baudry o alguno de Los Academicistas de mediados del siglo XIX, sólo distinguibles por ese “ligero toque”
aún más siniestro y tétrico, casi oscuro.
-Disculpe usted- dijo
El Profesor aún absorto en los lienzos y repitiendo la disculpa ofrecida
escuchándose por demás bobo -Pero éstas pinturas me han dejado impresionado,
son maravillosas-
-Es entendible, a pesar
de mirarlos a diario no dejan de impresionarme- respondió la mujer a espalda
del Higinio -En realidad el señor Nibas
es un gran artista, mi abuela decía que desde pequeño demostró tener un talento
inigualable, al punto de realizar un retrato perfecto de su madre a los ocho
años de edad, es claro qué estos retratos familiares los realizó “un poco
mayor”-
-Eso es indiscutible-
respondió el recién llegado -Sí usted me asegurara lo contrario lo
interpretaría como un insulto a mi inteligencia-
-Por favor, no
interprete mal mis palabras- la mujer hizo un gesto de “tomar calma” con las
manos y dio un ligero paso atrás; Higinio sólo lo vio por el rabillo del ojo
-En ningún momento seria mi intención incomodarlo con algo así; me hipnotiza la
creatividad del pintor, no es vulgar adulación y tampoco suspicacia hacía
usted-
-No se preocupe- por extraño
que pareciera en quien lo conociera de algún tiempo, sonrío y después de todo
no resultaba desagradable éste gesto, ahora si volvió su atención por completo
al Ama de Llaves -Necesito fumar, saldré a la pequeña mesa de la entrada ¿Puede
facilitarme un cenicero?-
-No se preocupe, lo
llevare a la mesa ¿Puedo ofrecerle algo de beber?-
-Sí no es mucha
molestia, una taza con café no me vendría mal-
Higinio caminó sin
dilación fuera de la casa y diez minutos después disfrutaba del café caliente
más suculento que su paladar podía recordar acompañado de un cigarro; ni
siquiera pasó por su mente la idea de fumar “otra cosa” ya que sus sensaciones
se regocijaban con el recuerdo de los bellos lienzos, el sabor combinado del
café y el tabaco, mezclados con la tranquilidad de estar lejos de los
cuestionamientos a su personalidad y vida privada, de cualquier imposición
moral.
.·.
Una vez más se encontró
de aquel complejo departamental, ahora no corría por su mente aquella sensación
de temor, de sentirse encerrado y perseguido, al igual que la ocasión anterior
lo invadía el bien estar y la tranquilidad. Ya no tenía espacio en su vida -por
lo menos onírica- la pesadumbre aterradora de “Su Realidad”.
Allí su esposa, su
pareja, después de “múltiples batallas en contra de todo”. Lo que era verdad es
que el carácter explosivo de ella y esos terribles ojos negros que se
manifestaban cuando ella se alteraba por algún motivo continuaban perturbándole,
tanto que casi le destrozaban los nervios y escuchar el inexplicable
acompañamiento de las voces infantiles “salidas de la nada” no era algo fácil
de asimilar pero ya comenzaba a acostumbrarse... el amor y el cariño podían
superarlo todo.
Higinio se sentía
viejo, un tanto cansado y se torturaba intentando recordar como había conocido
a todas esas personas sin lograr recordarlo. Lo que si recordaba con claridad
era que en algún momento de su vida amó con pasión a otra persona pero algo que
no lograba hacer era recordar su nombre, aún menos su rostro.
-¿En qué estás
pensando?- preguntó “su esposa” con no buen gesto mientras transportaba una
charola con algunos trastes sucios.
-En que muchas veces no
me siento “Yo”- respondió Higinio con una sonrisa de disimulo sí no de ironía o
cinismo por igual disfrazado, lo que lo hacía aún más notorio.
-¿Qué quieres
escuchar?- respondió ella regresando de la cocina y con la mirada baja -¿Qué te diga que éste es “Tú infierno” y
yo te custodio?-
-Sabes a la perfección
que no es así- dijo Higinio para dejar su actividad y caminar hacia la mujer
que tomó lugar en el sillón individual sin levantar la mirada haciendo que el
cabello le cubriera los ojos.
-¿Sabes en dónde
estás?- preguntó ella llevándose los brazos entre las piernas dando un aspecto
sobrado de inocencia.
.·.
-¿Me acepta usted otra
taza con café?- preguntó Abdiel haciendo que Higinio regresara de su pesadilla
que apenas iniciaba.
-Sí me hace usted el
favor- respondió entregándole la taza con un cuarto de líquido ya frio.
Abdiel sonrió
complacida, tomó la taza sucia y entró de nuevo a la casa para llenar el
recipiente.
El sol ya comenzaba su
declive, no en demasiado tiempo conocería a sus nuevos y misteriosos “alumnos”,
sin pretenderlo, tal vez por nerviosismo comenzó a tararear Totentanz de Franz Liszt.
El Ama de Llaves regresó y colocó sobre la mesilla la taza con la bebida
caliente.
.·.
En realidad no supo
cuánto tiempo paso recociendo los inmensos salones de la casona pues incluso
salir de la habitación que le había sido asignada representaba una tarea
colosal; recorrer la primera planta parecía perderlo por completo entre sus muros,
la misma escalera pareciera no tener fin, hecha sólo para ser ascendida por
alguien no perteneciente a éste mundo y a decir verdad su arquitectura lo
incomodaba bastante.
Una gran escalera en
forma de “caracol” conducía a las diversas habitaciones, entre ellas la suya,
en los costados se notaban las protecciones para evitar accidentes así como un
pequeño elevador en el fondo del pasillo, todas las estancias que había
alcanzado a discernir decoradas con retratos del estilo mencionado o copias
fieles de los grandes pintores pues en algún lugar llegó a ver copias exactas de
cuadros de Rubens o Pablo Picasso; pasó por su mente
retorcida la idea de que dichos cuadros no fueran copias, dado el poder
adquisitivo de la familia para la que trabajaba... sobre todo los supuestos
nexos con sociedades criminales.
Sonó un golpeteo en su
puerta seguido de la voz de Abdiel.
-Ya es hora, los niños
están esperando-
.·.
Algunas horas después
Higinio trataba de explicarse a sí mismo, tanto sus percepciones como las aún
más extrañas reacciones y emociones que lo abordaron desde qué la Niñera
llamara a su puerta, iniciando por la percepción de qué toda su habitación,
duplicó su tamaño por voluntad propia incluso que ésta misma gozara de vida y
voluntad, disfrutando hacerle sufrir tan sólo dar un paso, haciendo el aire tan
denso que ningún aliento humano pudiese flotar sin caer pesado en la pulida
tarima a la que sólo prestó atención hasta que imaginó todo aquello. Caminó
hasta la puerta y abrió intentando disimular su desasosiego jurando que su
aliento era plomo:
-Bien- dijo con los
nervios destrozados -Vayamos con los pequeños- agregó con una sonrisa sutil
pero tan falsa como todas las esbozadas durante su vida en realidad no quería
ir, el pasillo que conducía a la escalera, era interminable, eterno, a cada
breve paso que daba se hacía más largo y oscuro a pesar de que cada tres metros
había una lámpara que iluminaba su camino, los lienzos enmarcados a los
costados le parecían mirarle inquisitivos señalando que había dado su palabra y
sí eso no bastara, había un papel de por medio qué aunque no estaba firmado y
entregado, no debía dejarse llevar por ese tipo de emociones viscerales… a
menos que Alu estuviese de por medio, sin ropa y dispuesta a todo con él.
Trataba de despejar su
mente un poco y por único, logró traer aquellas fantasías acidas que sólo le
resultaban gratas estando intoxicado y sometido a la voluntad del opio; fue cuando
por primera vez se dio cuenta de nunca antes haberse permitido siquiera tener
miedo, sentirse nervioso y más que nada eso, sentir. Era algo nuevo y por eso
mismo no sabía como lidiar con ello y a pesar de todas las sensaciones nuevas,
decidió enfrentarlas con la misma convicción con que fumaba Goma o esnifaba Cocaína y se sintió bien por primera vez; tal vez desde que era un
niño su sonrisa no fue falsa o de prepotencia pero al ver la majestuosa
escalinata con protección en el barandal su inexplicable buen ánimo se derrumbó
de nuevo, eso también era nuevo y en definitiva no sabía como lidiar con algo
así.
-Necesito un cigarro-
pensó antes de poner un pie sobre el primer escalón y sin que se diera cuenta
su respiración se agitaba cada vez más, hasta llegar al breve descanso de la
estructura y miró hacia arriba, una distancia interminable pero que estaba
seguro la surcaría sin darse cuenta como ésta primera mitad o en el acenso al
primer nivel. Continuó avanzando intentando no demostrar su cobardía ante La
Niñera y por el contrario, firmeza y seguridad de carácter pues eso debía
demostrar a sus nuevos alumnos, entonces intentó desviar su mente, sus
pensamientos en una serie de números que planteaban la existencia de
civilizaciones inteligentes dentro de nuestra galaxia, tomando como base las
especulaciones de Frank Drake
partiendo de la cifra nada despreciable de cuatrocientos mil millones,
agregando después muchas variantes al planteamiento surgidas de sus propias
conclusiones y especulaciones, logrando su objetivo de escapar de allí -por lo
menos en manera psicológica- sólo se percató de terminar de subir la escalera,
entrar en alguna estancia y tomar asiento, tiempo después de realizarlo y
bendijo a “La Magia de los Números”.
-¡Niños, ya es hora,
salgan a recibir a su nuevo profesor!-
No fue un grito
autoritario sí no una llamada a su atención con “una ligera pisca de miel” en
su entonación que a Higinio le destrozó los nervios haciendo que un breve
chorro de orina escapara de su cuerpo manchándole la ropa interior al mismo
instante que aquel salón gigante a su percepción crecía aún más; dos puertas de
madera al interior se abrían demasiado lentas en un silencio tan escandaloso
que bien podía ocultar El Día-D en su
interior y ningún alma percatarse de ello. Escuchó los pasos de dos personas
acercarse y levantó la mirada, sólo su “auto-control” o mejor dicho su apatía,
evitó que saliera corriendo de ese lugar ante lo siguiente: dos siluetas
delgadas y en extremo pálidas casi al punto de poder jurar que podía ver a
través de ellos de no ser por las finas prendas que los dos portaban, en efecto
eran un niño y una niña que sonreían alegres pero entonces en un breve ataque
de sapiencia, recordó que esto se debía a los devastadores efectos de sus
padecimientos, de igual forma ambos presentaban hematomas bastante grandes en
antebrazos y manos, el cabello del más grande, cabe decir más alto, estaba un
tanto crecido y el de ella -dedujo que era una niña- le pasaba la cintura
acomodado en una bien tejida trenza y recogido al nivel del rostro por una
elegante peineta de plata, ambos de un castaño oscuro bastante peculiar; pero
los ojos, esos ojos eran algo digno de recordar por no decir imposibles de
olvidar, pues los ojos del niño, casi adolecente, se veían cubiertos por una
telilla gris que daba el aspecto de un anciano enceguecido desde el lagrimal
hasta la zona inferior del ojo… sus ojos se veían muertos por completo y los de
ella con simpleza eran tan negros y vacíos que cualquiera podía caer en ese
abismo para jamás esperar impactar con algo pues parecían estar tan huecos que
Higinio se vio reflejado en ellos y sintió consternación, miedo de sí mismo.
-Tú debes de ser Thaumiel Nicolás- señaló al niño que
parecía tener los ojos muertos -Y tú Allatou
Lilu- se dirigió ahora a la niña fingiendo revisar algunas notas que
estaban allí cerca.
-No tiene por qué
fingir- dijo Lilu -Tal vez, sólo “tal vez” mi hermana omitió mencionar qué
nosotros percibimos sus ondas cerebrales, será más cómodo para usted sí sale al
baño, se asea y continuamos con ésta inútil reunión de protocolo social e
intento de sesión académica-
Nicolás soltó a reír casi
con escándalo, tanto que por un momento sus ojos parecían vivos por su parte La
Niñera sólo abrazó a la pequeña Lilu disfrazando la risotada y mientras Higinio
salía incómodo de aquella enorme habitación la pequeña niña de ojos negros
preguntó al aire:
-¿Dije algo malo o
inapropiado?-
.·.
Entró rápido a su
habitación y lo primero que hizo fue poner algo de música a un volumen
moderado; para mala fortuna su reproductor de música escupió a manera de “ruleta” The Prophets of Loss de Cattle
Decapitation:
Infancia,
vertientes de la advertencia,
una
evolución que ignora
el
inminente futuro indeterminado de maldad,
nuestras
frutas fulminantes,
su
brillo perdido en el éter.
Tomó una toalla para
secarse y entró a darse una ducha rápida, quince minutos después caminaba
apresurado al salón en donde lo esperaban los dos pálidos niños y La Niñera. No
se percató de que en ningún momento le parecieron eternos la escalinata o el
pasillo, lo que en realidad le interesaba era llegar pronto, así los diversos
cuadros lo señalaran acusadores o la luz pareciera intermitente y demasiado
blanca, tampoco haber dejado encendido su reproductor de música. Dio como aviso
de su arribo tres golpes en la puerta y entró casi dándose una palmada en la
frente al percatarse de que tampoco había tomado su material de trabajo.
-Disculpen ustedes el
retraso- dijo Higinio una vez entrado en el salón.
-No se preocupe
profesor- respondió Nicolás -Estamos acostumbrados a ese tipo de reacciones por
parte de nuestros profesores el primer día, por lo regular mojan por completo
su ropa interior, usted resistió más, sólo algunas gotas de orines-
Después de poner “las
cosas en claro” y evaluar de manera somera el nivel de aprendizaje de los niños
-evaluación somera que demostró resultados en extremo altos- inició por dar
clase de Física explicando de la
manera más sencilla que pudo “La Teoría
de la Relatividad” de Albert Einstein,
lo cual generó bastante interés, mayor en la más pequeño de los infantes, lo
cual a Higinio le causó un tanto de alegría y confianza, concluyendo:
-Espero que les haya
quedado clara la teoría de Einstein y en que consiste la formula E= mc2-
-No hay ningún
problema- respondió la pequeña Lilu y Abdiel, miraba satisfecha en una silla un
poco alejada -La Teoría General de la Relatividad nos dice que “un punto concreto no se puede distinguir de manera experimental
entre un cuerpo uniforme acelerado y un campo gravitatorio, La Teoría de la Relatividad Restringida o Especial que no existe un sistema inercial de referencia
privilegiado que se pueda considerar como absoluto. La velocidad de la luz en el vacío es una constante universal, “C”, que es independiente del
movimiento de la fuente de luz, siendo el significado de la formula, “E” energía, “M” la masa o materia y como dije, ”C”, la constante de la velocidad de la luz, todo esto elevándolo al
cuadrado-
-“E”, la energía- agregó Nicolás -En cabalidad corresponde a la
velocidad de la luz que es en un aproximado de trecientos mil kilómetros por
segundo y no hay nada más veloz que eso-
Higinio no pudo hacer
más que sonreír satisfecho, aunque le quedaba en duda que esos niños pudieran
comprender en realidad lo que estaban diciendo y lo que él tanto se había
esmerado en explicar pero recordó sus primeros días como estudiante y lo
aburridas que le resultaban las clases, no hablar sobre el desdén de sus
profesores y compañeros al tener en clases universitarias a un niño pequeño,
así que agregó:
-Niños, no dudo en
ningún momento que entiendan esto, sin embargo sólo puedo decir que nunca
“crean” todo lo que dicen las teorías oficiales, les pondré un ejemplo- comenzó
a escribir en el pequeño pizarrón algunos nombres -Por allí de principios del
Siglo XX, contemporáneo a Einstein vivía otro científico llamado Nicola Tesla, dicen que los dos se la
pasaban discutiendo y Tesla planteaba muchas cosas que hacían quedar a Einstein
en ridículo con sus teorías ante la comunidad científica de la época- hizo una
pausa y acercó una botella con agua que estaba sobre la mesa, bebió un trago y
continuó -Es un tema bastante interesante que abordaremos a profundidad
después. Hace algunos años, para ser preciso en el año dos mil, otro científico
llamado Lujun J. Wang realizó un
experimento en el cual, la velocidad de la luz era superada trescientas diez
veces, ósea un aproximado de nueve mil millones de kilómetros por segundo…
después les explicaré en que consiste éste experimento, concluyendo, no tomen
todas las teorías oficiales como un dogma, existen muchas situaciones similares
en que esos “dogmas” establecidos son desechados con facilidad dejando como
muestra que la Teoría de la Relatividad es eso, una teoría y que un hecho
comprobado demuestra que es erróneo, sin embargo por alguna extraña razón, no
se nos informa de esto-
.·.
Antes de que Higinio
diera por terminada la clase Abdiel se puso en pie y se acercó a él para decir:
-Profesor necesito
limpiar las heridas del pequeño Erlik pues hace algunos días se le ocurrió la
idea de salir a “tomar el sol” en el jardín- dio un profundo suspiró y comenzó
a caminar hacia una de las cinco puertas en el salón mientras concluía -Ofrezco
una disculpa por mi falta de cortesía y no invitarle a comer. Terminando la
clase por favor diríjanse al comedor pequeño que ésta dentro de la cocina para
que coman los tres- acto seguido desapareció tras una de las ya mencionadas. Su
lección siguió varias horas.
.·.
Cuando los tres llegaron
al lugar indicado Abdiel ya tenía casi una hora de haber bajado y preparado los
alimentos. Había cuatro juegos de cubiertos en la mesa, los dos niños tomaron
asiento; olía a carne al fuego, Higinio se acercó a la niñera:
-¿Puedo colaborar en
algo?- preguntó.
-No se preocupe… bueno
¿Puede servir jugo? Está en la nevera, es de Fruta de Granada, espero que usted no sea alérgico… y también que
no sea vegetariano- respondió La Niñera mientras servía cuatro platos con Feijoda; de inmediato él se apresuró a
realizar lo indicado.
Llego el “plato fuerte”
e Higinio se desconcertó un poco al ver el tamaño de la porción, no era asiduo
consumidor de la comida Brasileña
pero tampoco le era desconocida
-Ésta porción puede alimentar a todo un batallón- pensó y no dijo nada
pero la expresión de su rostro al ver el gigantesco Entrecot que desbordaba por los lados de su plato lo delató y
mientras Abdiel le servía la guarnición en otro plato con una sonrisa burlona
Lilu dijo:
-Es para que usted se
lo coma Profesor, no para que la carne se lo coma a usted, ya no ésta vivo-
La sonrisa maliciosa
con que acompaño la broma fue seguida de una risotada de Nicolás, mientras
Abdiel se dirigió a un mueble cercano de dónde sacó una botella de vino tinto,
dos copas de cristal, los llevó a la mesa y se acercó a otro mueble de dónde sacó dos
vasos de vidrio, caminó al refrigerador y sacó una jarra mediana con Clericot.
El Profesor no pudo sosegar su
curiosidad y tomó la botella de vino para mirar la marca y fecha de cosecha,
con una tímida y un tanto nerviosa sonrisa de sorpresa verificó que la botella
era un Château
Lafite-Rothschild de 1982, estuvo cerca de decir algo y declinar el “descorche”,
devolvió el recipiente a la mesa en silencio pero sus cavilaciones se rompieron
junto con el característico sonido de la botella y el corcho al abrirse,
seguido del de el carmesí liquido contra el cristal.
Una vez más Lilu rompió
el silencio y mirándolo de nuevo con una sardónica risa, luminosos ojos de
abismal negrura, piel exagerada de palidez y dientes perlados, dijo:
-Es un buen vino
Profesor, sólo déjelo “respirar” diez minutos-
Higinio sintió algo
lacerante en su orgullo, un mezquino y descarado sarcasmo al que no podía
responder… por el momento; pudo jurar que esos pequeños ojos lo miraban
triunfantes, desdeñosos y burlones desde algún lugar de su lúgubre percepción.
-Disculpe Señora- se dirigió a Abdiel con un
nudo en la garganta -¿Puede servirme un poco de agua mientras “respira” el vino
y salgo a fumar?- sin resistir más salió al patio a encender un cigarro.