Deseas
que sea un sueño,
devora
el corazón de tú esposa
y
arranca su “coño” desde el interior.
Sabes
que ahora es tu turno,
los
otros ya están muertos.
Kreator-
Rippin Corpse
-Espero ya te sientas mejor- decía la
mujer que suponía era su amiga mientras ayudaba a ordenar un poco el salón de estar,
mientras Higinio ingresaba a la misma estancia con una charola, dos tazas,
algunos recipientes y la tetera con agua caliente.
-Sin tus atenciones y
apoyo tal vez no lo hubiera logrado- respondió él con una sonrisa y colocando
la charola en una mesilla de centro para verter en las tazas el agua caliente y
preparar té de limón. Él sabía que no era él, eso no era real pero se sentía
bien, casi integrado a éste entorno social, al hogar, al cuerpo que se
encontraba en recuperación después de una larga enfermedad, sin más sustancias
ajenas en la sangre que las generadas por los medicamentos ¿Qué enfermedad lo
tuvo convaleciente? ¿Cuánto tiempo? No lo sabía, tampoco importaba. Se sentía
bien, integrado en el mundo, enamorado y feliz ¿Ante esas emociones quien puede
sentir algún desasosiego o prestar atención a contratiempos? Lo importante era
que Ella no tardaría en llegar, sólo
se sintió extraño al momento de percatarse que no lograba recordar su rostro,
ese rostro que a pesar de todo le arrancaba una sonrisa involuntaria pero eso
si, demasiado sincera -No estoy seguro de sí algún día lograré retribuir de
alguna manera todo lo que has hecho por mí-
-¿En verdad eso te
preocupa?- respondió ella sin volver el rostro e inclinándose un poco para
acomodar los pliegues del recubrimiento de un viejo sillón -Eso tiene una
solución sencilla- esa respuesta le causó a Higinio una sensación extraña y
desconcertante, casi rosando el miedo pues al momento en que ella dijo esto,
volviendo el rostro aún inclinada, a él le dio la impresión de que ella le
mostraba de manera insinuante la figura de sus glúteos y lo peor de todo que
por un momento casi imperceptible, vio los bellos ojos de la delgada mujer que
no conocía en realidad, tornarse por completo en un negro abismal y el tono de
voz le fue extraño, más agudo por no decir infantil, acompañado por el eco
cacofónico de niños de diferentes edades repitiendo a manera de un coro sin
coordinar sus palabras, él dio un paso atrás tropezando con la pequeña mesa de
centro y derramando el contenido de las tazas -Debes pagar y te ayudaré- ella se
incorporó en totalidad, dando un paso al frente y de manera inexplicable los
bellos ojos que se oscurecieron por completo, al cambiar la perspectiva de luz
adoptaban en sí, colores imposibles y vistosos: rosa, violeta, carmín… él de algún lugar desconocido tomó fuerza
para contener sus fluidos y no orinar en la ropa -Lo único que necesito es ¡Qué
me dejes entrar!-
En ese momento el valor
que suponía tener se desmoronó, se hizo polvo para salir corriendo de “Su Departamento”;
ni en ese momento ni en ningún otro reaccionó en que nunca prestó atención a sí
la cerradura del lugar estaba afianzada o sí dentro de la desesperación la
abrió sin percatarse, sólo tenía una idea en mente: Huir de allí.
La sensación de
consternación llegó a un punto que le era ajeno al vislumbrar de un breve
vistazo todo lo que rodeaba al lugar que suponía era su hogar: edificios de
varios pisos de altura en donde se suponía existían otros departamentos, igual amplios
como el suyo, más abajo extensos jardines de verdes arbustos y césped bien
podado. Sin cerciorarse en realidad sí “Eso”
venia tras él, corrió al lugar en donde sospechaba se encontraban las escaleras
que aunque estaban en el lugar supuesto, se encontraban cubiertas por un túnel
de blancas paredes, tan blancas que nublaban la visión y sólo podía permitirse
guiar por un firme barandal en tubo de acero, pintado en negro y sin dudar más
se internó en dicho túnel sintiendo miedo y peligro pisándole los talones,
aunque no tenía certeza de sí en verdad era perseguido, ni qué lo perseguía.
Por suerte logró llegar
hasta el final de la escalinata sin caer, salió del edificio y continuó
corriendo sin notar o prestar mayor importancia a varias personas -según él-
que cruzaban por los pasillos entre jardines hasta que se detuvo un instante
para tomar un respiro; una joven madre se acercó un poco pues caminaba en
dirección contraria a él sujetando por la mano a una niña pequeña de aproximados
cuatro o cinco años, entonces el terror y la adrenalina regresaron a su cuerpo de
manera tempestiva al notar que esas personas que lo miraron desconcertadas
también tenían los ojos negros, por completo inexpresivos. Escuchó una fuerte
risotada tras él y un susurro taladrando sus oídos diciendo:
-Déjame entrar-
Corrió sin detenerse
hasta llegar a la imaginada salida sólo encontrando un largo pasillo y al final
de éste una puerta de modelo antiguo, era probable que de diseño árabe.
Entonces sumido en una desesperación total escuchó de nuevo:
-Déjame entrar-
Cometió el error de
volver la mirada y entonces la vio, de pie a un costado suyo y repitiendo:
-Déjame entrar-
Acompañando su
petición, casi suplica con el aberrante eco risueño de las voces infantiles que
terminaron por desgarrar su cordura en ese mundo, esa realidad de pesadilla.
.·.
Despertó en el asiento
del autobús bañado en sudor frío y sin olor, no tenía la seguridad de cuánto
tiempo había transcurrido desde su salida de la ciudad pero si que faltaba
bastante para llegar a su destino, sí esa extraña pesadilla o alucinación era
un mensaje de su inconsciente indicándole que dejara las drogas, redujera las
dosis, iniciara contacto afectivo y directo con sus semejantes… para mantener
su “lucidez” o algo similar. Lo que si fue cierto era que no mantenía intención
de tomar la obra de J. G. Jung como
lectura de viaje… por lo menos no junto con “pastillas para dormir” y no El Libro Rojo.
.·.
-Meister Eckhart
también vio el infierno ¿Sabes lo que dijo?- comentaba el medico quiropráctico
Louis a Jacob Singer en una escena de la película Jacob’s Ladder citando al filósofo dominico alemán Meister Eckhart de Hochheim -Lo
único que arde en el infierno es la parte de ti que no dejas ir de tu vida. Tus
recuerdos, tus vínculos, los queman todos allí. Pero no para castigarte, sí no
para liberar tu alma. Así que, Eckhart concluye: sí tienes miedo de morir y te
estás resistiendo, verás diablos arrancándote la vida. Pero sí estás en paz,
los diablos se volverán ángeles que te liberen de la tierra. Es en la forma en
que lo mires-
No entendía en realidad
porque asociaba esa escena en particular con lo que ocurrió en ese momento o sí
sólo era una referencia similar a todo lo que vivió una vez llegando al lugar
en donde pasaría los siguientes días de pesadilla que ni relató ni estaba
seguro de querer recordar. Lo que quedó bastante presente en su memoria, casi
marcados con hierro al rojo vivo sobre su piel fueron los sentimientos
encontrados, las sensaciones humanas de las que buscaba escapar y que no
deberían tener lugar en su personalidad pero que durante esos días lo
torturaron sin piedad, a tal punto de no tener certeza de sí ocurrieron en
realidad, fue un juego insano de su mente o uno de esos errores en la realidad
de los que tanto hablan en la incomprensible y retorcida “Teoría de Cuerdas” de la moderna Física Cuántica, buscó alguna explicación que pudiera tener cabida
en la lógica -su lógica- pues dentro de su concepción de la realidad jamás la
encontró a pesar de haberlo vivido en forma directa por extravagante e irreal
que pudiera parecer.
.·.
Casi quince horas de
viaje y el sol ya asomaba, por fortuna “gracias a las pastillas”, no le pareció
tan largo el viaje pasándolo dormido y exceptuando esa pesadilla que le pareció
breve, no recordaba haber soñado algo más.
Durante los más de
treinta años de vida que lograba recordar no venía a su memoria un día en que
se sintiera tan agotado, ni siquiera en la más ardua sesión de entrenamiento en
Artes Marciales de su segunda etapa de juventud, no recordaba haber caminado
una distancia tan larga y tampoco lograba concebir la idea de que en un país en
supuestas vías de desarrollo -algunos incluso decían que civilizado- donde
existe y abunda tanta riqueza ésta misma fuera limitada a unos cuantos pares de
manos pues ese triste día pudo ver la pobreza y abuso casi miserable en que
sobrevive mucha gente de lo que consideraba la “Realidad”; la supuesta Realidad
Urbana en que se había desarrollado, la banalidad cruda y total que eligió para
vivir, desmoronándose a sólo dos calles de distancia de la terminal de
autobuses, en donde iniciaba la zona industrial:
Aunque ese lugar era un
poblado pequeño gozaba de una definitiva y gran prosperidad, de igual manera se
notaba la diferencia entre las zonas prosperas y la “zona del vulgo”, de la
gente pobre. Recordaba de forma no agradable que para iniciar, no había ningún
medio de transporte que lo condujese hasta el lugar en donde debería llegar
pues quienes se encargaban de los medios de transporte daban a entender que
“tenían prohibido” ir a ciertas zonas y por lo tanto debería ir caminando pues
nadie en absoluto accedería a llevarlo a las “Zonas Prohibidas”.
Una pareja un tanto
dispar conversaba en la esquina de una calle, eran un hombre bastante
corpulento y barrigón, quien tomaba cariñoso a la mujer frente a él por la
cintura y esporádico le besaba en los labios con ternura, vestía un overol para
trabajo pesado bastante desgastado y sucio por su parte, la mujer varios años
más joven y también más delgada, con notorias manchas blancas en el rostro o
las manos, respondía a las caricias con timidez, Higinio podría decir que con incomodidad. Cuando se escuchó
un grito femenino a espalda del casual observador:
-¡Lo sabía!-
El repentino sonido
hizo al caminante volver la mirada, una mujer de aproximados treinta años de
edad también demasiado delgada y bastante encanecida, a pesar de su níveo color
en la melena, era visible la juventud y a la vez tristeza en la cual se
desarrollaba su existencia; a cada lágrima que escurría por su rostro se reconocía
de manera casi palpable cada uno de sus pesares como los abusos, desamores y
carencias. Todo fue demasiado rápido, tanto que el observador no alcanzó a
reaccionar de manera adecuada al empellón que estuvo cerca de derribarlo por
parte del hombre que hacía pocos instantes se besaba con una joven de manera
cariñosa, llegó frente a la sollozante mujer sólo para darle dos bofetadas tan
fuertes que le reventaron los labios y las salinas gotas que salían de sus
ojos.
Antes de que Higinio
reaccionara en lo que ocurría ya había un grupo de cuatro hombres dando una golpiza
al abusivo y la agraviada uniéndose a la trifulca intentando o buscando que eso
se detuviera para que no continuara el castigo sobre el individuo caído.
Entonces el observador involuntario dio vuelta sobre sus talones y continuó su
camino, pensando con extrañeza y visible decepción:
-¡Mujer tonta! ¿Como
puede defenderlo o pedir clemencia por él cuando no han pasado ni siquiera
cinco minutos de que lo encontró besándose con otra… mujer, la golpeo y le
reventó los labios?-
Con las pocas emociones
que suponía existían en su interior removidas, continuó su andar un tanto
desganado.
.·.
Sólo avanzó cuatro
calles algunos minutos después de la desagradable experiencia, cuando entró en
la Plaza Comercial del lugar; entonces
a pesar de las múltiples y visibles situaciones concernientes a la vida
contemporánea, sintió en lo más profundo de su alma torturada encontrarse en el
corazón de un extraño y paradójico “bucle
de tiempo” en donde la vida moderna convivía en aparente tranquilidad con
los vestigios visibles de los siglos XIX
o XX logrando romper el límite, la
frontera imaginaria de las épocas con cruzar la avenida pues tan sólo levantar
la mirada se lograban observar los edificios con influencia francesa neoclásica…
hasta victoriana -en algunos casos podría decirse que industrial- gigantescas y
complejas estructuras en cristal y acero de estilos Noveau o Decó con antenas
satelitales, comercios de comida rápida, accesorios de cómputo y múltiples aditamentos
“necesarios” para la vida actual y que contrastaban con el entorno casi
anacrónico.
Decidió cortar por el
pasaje cercano a los vertederos y evitar contacto con la gente, cuando una vez
más fue testigo de una situación desagradable y triste pero que, por alguna
extraña razón, decidió tomar parte: a poca distancia entre las grandes bolsas
plásticas de basura observó como un niño con ropas harapientas y sucias, de
aproximados nueve o diez años de edad extraía de una bolsa negra cerrada,
dibujando una gran y alegre sonrisa que fue apagada con violencia por un
individuo igual de complexión delgada y pálida como Higinio, gritando de manera
autoritaria y prepotente al pequeño pordiosero:
-¡Insignificante
ladrón!- dijo casi en un gruñido furioso -¿Acaso ya le robas a la basura,
pequeño bribón?- dio un fuerte empujón al niño haciéndolo caer de espaldas, la
misma bolsa cayó al suelo dejando ver su contenido y despidiendo su aroma:
comida recién preparada aún caliente y desechada debido al “Sistema
reglamentario de descarte”.
El pequeño niño cayó de
espaldas golpeándose la cabeza y sangrando al instante pero haciendo gala de
resistencia física o una profunda costumbre a ese tipo de trato.
-Ya es basura ¿No?- respondió
el pequeño casi envalentonado mientras se incorporaba sujetando su lastimada
cabeza con la mano derecha y dirigiendo una mirada triste, sí no más bien
desoladora al envoltorio desgarrado y la comida regada en el sucio piso.
-Si es basura pero no
te pertenece…- gritó el hombre al niño levantando la mano con intención de
agredir al pequeño y fue cuando Higinio intervino:
Como sí el profesor
fuese un felino defendiendo a sus crías de los depredadores llegó veloz frente al
agresor y a la misma velocidad casi vertiginosa lo sujetó del brazo que
levantaba amenazante, torció en un movimiento de Defensa Personal con fuerza
exagerada provocando una dislocación e impactó su cabeza en contra del mentón
del oponente haciéndolo caer de inmediato, noqueado y con los labios deshechos,
el viajero se llevó la mano a la frente, limpió con la misma un chorro de
sangre de su adversario, sacudió un poco su cabello de donde cayeron dos
dientes y se dirigió al niño que intentaba “rescatar” algunas piezas de comida:
-Deja eso, será mejor
que nos vayamos de aquí antes de qué despierte-
.·.
Los dos varones, el
adulto y el niño caminaron un poco y con el mayor disimulo que pudieron por la
zona de carga, en el pequeño centro comercial consiguieron varias bolsas
plásticas para reforzar el cargamento y salieron de allí, no lejos entraron a
una pequeña fonda para desayunar comenzando a conversar:
-Es obvio que estabas
buscando comida…- decía Higinio mientras daba un leve sorbo a su taza de
café -Supongo que no es la primera ocasión
que ese “tipejo” te golpea, entonces
¿Por qué regresaste a ese lugar y tomaste el riesgo?- se reprendió a sí mismo
al reaccionar en que no estaba hablando con un adulto, sí no con un niño y qué
también estaba utilizando un lenguaje complicado para su interlocutor y éste
podría no comprender lo que él pretendía decir.
-Pu’s si, no es la primera
vez que ese pinche viejo me pega- el
niño también hizo una pausa para dar un sonoro trago a su bebida de leche con
chocolate -Pu’s si, sabía que sí El Ruco
me veía buscando entre la basura me iba a dar unos cachetadones pero vale la pena pues hoy cumple años mi carnalita y pu’s como no tengo lana pa’ comprarle un regalo bonito,
pensé que por lo menos le podía conseguir algo sabroso pa’ comer hoy… aunque me tocaran algunos chingadazos; las buenas sobras se consiguen después del mediodía
pues es la hora en que tiran todo lo de la mañana. No le saco al trompo y sí es pa’
que mi carnalita se la pase chido hoy. No hay pedo sí me quiebran, pu’s total, “no se pierde mucho” y pa’
eso nacimos, nadie se va a escapar de “La
Calaca”-
-No digas esas cosas-
respondió el profesor -Sí algo te ocurre o tú llegas a faltar ¿Quién cuidará de
tu hermana?-
-Eso es verdad- asintió
el niño de manera tímida -Bueno, no sé
ni como se llama… a mí me dicen “El Mulo”
pero me llamo Rómulo y ¿Usted?-
Higinio dibujó una
sonrisa sin pretenderlo pues no era difícil deducir las bromas pesadas y de mal
gusto que realizarían o realizan los niños un poco mayores sobre su “apodo”.
-Me llamo Higinio-
respondió -Hasta donde sé, no tengo un apodo aunque casi todos me dicen Profesor o “Profe”-
-¡Órale!- respondió el pequeño casi con emoción y los ojos más
iluminados -Ton’s uste’ es maestro… yo no
pude ir a la primaria pues hubo qué elegir entre mi carnalita o yo y pu’s aprovechando que se fue a la escuela, me di una escapada pa’ buscar algo pa’
cuando regrese al cantón… hoy leeremos otro capítulo de Dos Horas de Sol, dice mi carnalita que lo escribió un tipo
llamado José Agustín… la neta no entiendo ni madres, pero como ella me está enseñando a leer y sé que soy pendejo, mejor ni hago pedo-
Ésta ocasión Higinio
sonrió de manera natural, buscó entre sus ropas la billetera, extrajo los pocos
billetes que había allí -separando lo necesario para pagar la cuenta y se los
dio al pequeño Rómulo.
-Es poco dinero, salí
de casa limitado, discúlpame- dijo -Espero que con eso puedas comprar algo para
tu hermanita- sacó de su mochila la pipa en que fumaba opio ya preparada con
una bola pequeña de Goma y continuó
-Tengo que apresurarme o no llegaré a
tiempo, sólo recuerda que: más tonto es
el que se queda con la duda que quien levanta la mano y pregunta-
Una vez más la realidad
pareció doblarse frente a él, el pequeño Rómulo lo miró desde su lado de la
mesa con los ojos vacíos, ennegrecidos en su totalidad y con voz cavernosa,
casi gutural dijo:
-Sé que ese libro “no
es para nosotros” pues somos demasiado jóvenes, lo encontré por casualidad en
un basurero de por aquí-
Haciendo gala falsa de
autocontrol Higinio guardó la calma, tomó lo respectivo al pago de la cuenta de
la comida y dos libros que tenía a mano dentro de su maleta colocándolos sobre
la mesa para salir corriendo, sudando frío y buscando algún lugar discreto en
donde fumar su droga.
.·.
Después de fumar “Su
Veneno” y dos cigarros en una esquina no tan transitada, El Profesor decidió
continuar su camino; aunque con trabajo, no tuvo algún episodio grave de
somnolencia, falta de coordinación o encuentros con la policía, estaba nervioso
pues era la primera ocasión en que se había sentido tan abrumado como para
consumir La Goma en un lugar público
y eso no auguraba algo bueno.
Caminó una distancia
larga después de salir del pequeño poblado casi urbanizado pues se distinguían
al costado de las anchas calles, casas grandes y modernas o viejas y con lujo
conservadas, paisaje bastante similar al del poblado principal pero eso si, sin
atisbo alguno de basura o algo similar. Una vez en esa sección del poblado,
buscó la dirección en donde debería prestar sus servicios y no le resultó
difícil dar con ese sitio.
Una gran y vistosa reja
metálica y un muro de tamaño descomunal, presionó el botón del timbre instalado
cerca de una columna a un costado de la imponente reja y escuchó la voz de una
mujer mayor un tanto distorsionada proveniente de algún lugar incierto.
-Sí, diga- dijo la voz
de la mujer.
-Disculpe la molestia-
respondió Higinio sin estar seguro de hacía donde direccionar su voz -Soy el
profesor, se supone que me estaban esperando-