Hace
tiempo la puerta hacia el olvido se cerró ante mí,
cortando
los recuerdos de mi juventud,
pero
quiero seguir ¡No voy a acabar aquí!
Aún
quiero vivir.
¡Aun
ardo en deseos de vivir y soñar!
Vendaval-
Volver a Nacer
¿Cuántas veces tendrá que repetirse la
pesadilla y el terrible pesar de compartir la cama con una mujer a la que amo
sólo unas cuantas noches para que después diga “adiós”? ¿Cuántos golpes he de recibir, cuantas veces tendré que morir?
¿Cuántas veces más quedaré con el corazón destrozado? De mi depende y espero no
sea una sola más.
Escuchar a La Polla en situaciones como ésta es un tanto reconfortante, pues
su enfoque es de protesta social y omite cualquier situación de índole
sentimental en sus canciones. Es difícil escapar de dichas adversidades aun
escuchando una música y versos tan crudos; gracias a las maravillas de la tecnología,
el Reproductor de Windows continua
con una melancólica canción en dueto de Joaquín
Sabina y Roció Ducal. Como dice
tal melodía “El destino me ha jugado una
broma macabra”, es entonces, cuando me cuestiono haber abandonado el
“Negocio” de comercio y negociación con entidades extraterrenales, pagando
cualquier deuda que tuviese con ellas a réditos y con intereses bastante
elevados, pues no cobran con dinero vulgar, sí no con emociones exaltadas que
les impidan desintegrarse en el olvido.
Nunca me he arrepentido de lo que he
hecho en el plano físico, sólo he omitido ciertas acciones por consideración a
mis parejas, mis musas, situación que al final de la cuenta no ha servido en lo
absoluto pues siempre terminan dándome la espalda, haciéndome sentir culpable
por algo que no hice o no dije…
Gracias a mi ineptitud para relacionarme
con mis contrapartes femeninas y ante tales situaciones, sólo queda recurrir a
los recuerdos de glorias pasadas, no con mujeres, sí no con “Mis Amados Muertos”, término que tomé de
un maravilloso relato de H.P Lovecraft ¿O
colaboración de él? Es difícil ser preciso en cuanto a cultura debido a la
situación que vivo en éste momento, a pesar de ser “una enciclopedia sobre dos
piernas”.
Ellos no me daban la espalda, siempre
buscaban mi compañía, no tenían reclamos ante las distorsiones de mi psique, se
acomodaban a ella, compartiendo con un trastornado que no se escosaba ante su
presencia, los muertos no se sentían insultados ante mis agrias palabras, eran
risas para mitigar sus penas.
Me enamoré de una mujer de carne y ese
fue el final de nuestra relación, se alejaron, tal vez por celos, tal vez para
no causar conflictos y ésta noche extraño sus frías presencias, así como el
calor de un amor compartiendo el lecho… para dar fe de la exagerada desventura,
soy un ser humano con necesidades fisiológicas y emocionales; dentro de ese
devastador ataque de atroces carestías, para mi buena suerte también regresan
los recuerdos de catedrales oníricas o cementerios de pesadilla que para mí
siempre fueron un Sancta Sanctórum
espiritual, en el cual me religaba a mí mismo antes de caer en éste agujero
inmundo que es la sociedad terrenal y sus insuficiencias fundamentadas en el
instinto de reproducción y exuberancia material. Pude haber vivido como el
inmenso porcentaje de hombres y mujeres, en busca de una efímera satisfacción
física y un pueril gozo material, rehuyendo a las almas torturadas y
trastornadas como la mía, limitados en su perspectiva de vida hacia el futuro
condenando todo lo que soy y pretendo ser, tal vez rebelde al fracaso pero con la
satisfacción de ser yo mismo… con todo y el “Complejo de Pelicano”, monógamo y
leal a su pareja, Soy el que Soy.
Es un insulto para cualquier persona que
goce de una relación estable el que su par “le ponga los cuernos”, situación a
la que ya estoy acostumbrado, no a hacerlo, sí no a que me lo apliquen, pero
defiendo mi postura de no haberlo hecho en por lo menos los últimos cuatro años
aunque oportunidades sobraron pues para mi buena o mala fortuna, nunca ha
faltado una “buena moza” dispuesta a
compartir la cama conmigo, aunque sea unas cuantas horas en un encuentro
efímero y sin compromiso, pero ese no es el motivo de éste escrito, sí no el de
relatar una experiencia vivida hacia bastantes días que pueden contarse por más
de cien. Sin embargo quiero concluir al respecto que siempre se habla de mujeres
sometidas y maltratadas mientras que el hombre que vive las mismas situaciones
es relegado, imposibilitado a sentir dolor ante dichos contextos, teniendo el
estigma de sólo ser un “macho” y que “los hombres no lloran”. En un punto de
vista personal me orino, cago y
vomito de risa frente a ésta perspectiva social de todas las edades de la
civilización humana, desde tiempos pre-bíblicos hasta hoy, nacimiento del Siglo
XXI.
Entre la soledad y el frío de ésta noche
preludio de invierno, recuerdo también una noche de tormenta cuyo cielo
empañado de nubes oscuras que eclipsaban el cielo con grises, iluminados con incidencia
recurrente por violentos relámpagos y ver entre las sombras como se formaban
aquellas siluetas blancas o negras que me llamaban a hacerles compañía y
apoyarles en una batalla en contra de alguna entidad, tal vez un Demonio que se
liberaba cruzando una puerta abierta por la fuerza desde algún círculo infernal
y yo, el único entre todos los Adeptos, dispuesto a enfrentarse a tan temida
manifestación. En aquel tiempo no tenía nada que perder y reflexionando me doy
cuenta de que aún hoy tampoco tengo algo que arriesgar.
Caminé despreocupado y prepotente a los
dominios en los cuales se manifestaba dicho ente y ante mi soberbia y poder,
tal vez imaginado, sus esbirros de apariencia dantesca, deforme y espeluznante
me abrieron paso sin rechistar hasta llegar al trono donde se postraba aquel
Demonio que sin haber tenido un encuentro directo anterior había escuchado mi
nombre gracias al rumor de sus congéneres, algunos de ellos sometidos ante mi
voluntad y con obviedad, éste ser estaba al tanto de mis proezas, de como con
mis afiladas garras astrales había derrotado en encuentros cuerpo a cuerpo a sus
más aguerridos soldados o humillado bajo mi voluntad a los más astutos de los
suyos y que sobre todo, no estaba dispuesto a postrar mi rodilla ante él ni
nadie que no fuese El Verdadero Creador. Conocía su influencia y poder, pero no
estaba dispuesto a doblegarme ante una entidad inferior a cualquier miembro del
género humano pues él, al haber caído de la gracia de su Dios, sabía que mis
recursos lo superaban con creces.
Ese Demonio podía provocar tempestades,
destruir y levantar imperios a su antojo, exterminar en un chasquido de dedos a
cualquiera que interfiriera en sus propósitos pero mi arma secreta era mi
voluntad exaltada y el libre albedrío, ante los cuales él no tenía oportunidad,
yo conocía desde tiempo anterior los secretos de la Alta Magia; algo sabía sobre demonología y por su aspecto deduje con
rapidez su identidad, no le temí, pero tampoco pretendía terminar rápido aquel
encuentro invocando su nombre para regresarlo al lugar al que pertenecía y como
leyendo mis pensamientos preguntó con voz cavernosa:
-¿Qué potestad celestial te envía a
combatir contra mí?-
-Ninguna que veneren los hombres
pusilánimes del mundo que piensas invadir, sólo la voluntad de la cual ni tú,
ni ninguno de los tuyos disfruta-
-Sí tanto desprecio mantienes a tus
congéneres ¿Por qué los defiendes y te opones a mis acciones exponiéndote a la
destrucción y al olvido enfrentando tu efímera alma en contra mía?- respondió
con una pregunta por demás plagada de desconcierto, extraño en una entidad de
su naturaleza, quienes gozan del conocimiento absoluto de la humanidad y el
dominio de sus inconscientes.
-Son variados los motivos que me mueven-
dije -Honor, lealtad a unos cuantos y sobre todo el hastío del mundo terrenal-
-Yo te ofrezco riqueza y poder a cambio
de lealtad, ni siquiera de tu alma-
-No descarto la propuesta, tú tienes la
eternidad y yo tan sólo unos años más, al final de ellos lo más probable es que
termine bajo tu yugo o el de alguno de los Príncipes del Infierno, sí tanto te
intereso, podrás negociar y hacer lo que quieras con mi alma en ese momento-
-¡La quiero ahora!- fue su tajante
respuesta -Vales más sin haber compartido el lecho con una mujer que habiendo
experimentado los placeres de la carne-
-¿Matarse a pajas y tirar las semillas
al cesto de basura no cuenta como fornicar? Llegaste unos cuantos años tarde-
-Años atrás no hubieras soportado mi
presencia-
-¿Y no eres tan astuto como para tomar
una apariencia más dulce? Veo muertos y espíritus desde antes de aprender a
limpiarme el culo y nunca les he temido ¿Por qué habría de temerte a ti? ¿Por
el color de tu piel y aspecto no acorde a la realidad humana y si manifestación
de una pesadilla de LSD o pintura surrealista exteriorizada?- El Demonio guardó
silencio y continué con despotismo -Mayor trabajo es enfrentar a mis demonios
personales que encarar a una entidad salida de un plano inferior al que
pertenezco y embaucarme o convencerme de colaborar en tus planes te será una
tarea difícil, no porque no desee fama o fortuna, sí no porque se terminaría la
diversión para mí y los míos. Hablando a voz de todos ellos te aseguro,
Potestad de las Tinieblas, que vale más ésta diversión absurda que vivir en la
mediocridad rutinaria del género humano, entre la hipocresía construida por sus
demonios internos influenciados por ustedes… ¿Pensaste que caería en tu sutil
sugestión?-
-¿Éstas por completo seguro y convencido
de ello?- volvió a preguntarme aquella manifestación infernal en un tono severo
y autoritario a manera de ultimátum.
-Tan seguro estoy como de que mañana tal
vez no tenga que llevarme a la boca para alimentarme y de que tengo solo un par de huevos-
-Aunque sea anatema para los míos
mencionarlo, ten por seguro que Dios proveerá-
-No te acongojes Demonio que a pesar de
tener consiente su existencia estoy tan peleado con él como tú, sé que en su
misericordia me ama tanto como a ti. Por lo menos eso dice mi abuela y confió
un millón de veces más en sus palabras que en las tuyas, aunque cuestiono el
monopolio del panteón judeocristiano-
Por algún modo extraño, a pesar de su
sabiduría y conocimientos bastos e inigualables, una vez más guardó silencio
dejándome hablar y permitiéndome dar lo que parecían ser las últimas palabras.
-Agradezco tu magnificencia al dejarme
contemplar tu horrenda figura material que a decir verdad, no se compara
siquiera un poco al Sagrado Baphometh
y no lo digo por herir tu vanidad, supongo elevada en demasía; sólo diré que
conozco tú Nombre y no es mi intención someterte a mi voluntad, con simpleza,
soy un Aprendiz de Mago, solicito regreses a tu lugar hasta que yo muera-
-Eso haré- respondió -Dejándote un
recuerdo de nuestro somero encuentro para tú posteridad-
-¿Cuál es?- pregunté curioso y a la vez
sarcástico, desdeñando con marcado error el poder de aquella entidad.
-Ese recuerdo se llama “Soledad”, lo
cargaras sobre tu espalda y consciencia hasta que llegues a mis dominios-
De ésta manera continuó aquí, en la
tierra de los vivos sin siquiera una alma en pena que comparta un trago de agua
con la mía, buscando con desesperación terminar con ésta maldición y llegar lo
más pronto posible a los dominios de aquel implacable Ángel Caído del cual
conozco su Verdadero Nombre, pero sería fútil utilizar el poder de un mote para
aligerar la carga de una condena vivida antes de aquel increíble e infernal
encuentro que sólo la agudizo. El poder de los nombres es el Verbo y utilizarlo
en beneficio propio es un crimen aún más abominable que comerciar con almas
inocentes. Mejor es morir por mano propia.
Mientras
tanto, experimentaré con mi nuevo pasatiempo: los venenos morales, físicos y
sobre todo letales al cuerpo humano, aunque en lo más profundo de mi corazón,
continúan guardados los recuerdos de las catacumbas y pantanos astrales que me
daban un poco de consuelo, sembrando el terror en aquellos simples humanos
quienes escuchaban mis fantásticas aventuras y yo, esperando con ansiedad el
calcinante abrazo de aquella demoniaca potestad, La Furia, tirano absoluto de
algún rincón en el infame Infierno, el cual deduzco, no se compara sólo un poco
con las situaciones que ocurren en el mundo terrenal, ni con las guerras,
hambres o corazones rotos, pues el verdadero Infierno se llama Realidad,
después de vivirla, no hay nada a lo que se deba temer.
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