lunes, 26 de diciembre de 2016

Sanguijuela III: Angustia y Sangre (Parte 1)

Noche de pasión calienta el viento,
luna llena que ilumina el firmamento,
solo tú y yo en ésta gran inmensidad
y el sonido del silencio en el camino,
una tenue luz me hace soñar.

Focos negros que sonríen muy contentos,
abro una ventana a la eternidad
y el eco de tu voz alegra mi alma,
por eso y por muchas, otras tantas cosas,
yo sé que nunca, yo, te dejaré de amar.

Javier Batiz-La Primera Noche

Iniciar éste escrito con una maldición no es lo adecuado por ese motivo me las he ingeniado para comenzar con otras palabras y una vez logrado expresar esa inquietud, pienso hacerlo:

¡Maldición!

En ese momento fue una sensación reconfortante admitir tanto mis defectos de carácter así como las inconsistencias en la espiritualidad abandonada; ha sido difícil aunque en gran parte me hayan ayudado a sobrevivir todos estos años, también es difícil -en otro contexto- darme cuenta que he estado tan ensimismado en las cosas superficiales de mí existencia sobrenatural -término que queda en duda- En verdad que el paso del tiempo me es indiferente, sólo destacable por algunas situaciones importantes dentro de la historia de mí país y que por desgracia me tocó “la suerte” de presenciar -por lo menos las que se produjeron por la noche- De igual manera, soy como un buitre que presiente la muerte y acecha su comida antes de que ésta muera. Un simple y vulgar carroñero.

Más desagradable y desdichado es el acto de sentirme atraído a lugares en donde se gesta la muerte biológica de alguna o algunas personas y sienta cargo de consciencia, cuando en realidad bebo la sangre de gente viva y no de cadáveres, aunque hay algunos que sólo están o estaban robando oxígeno a más seres vivos. 

Duele, duele con horror el acto en sí, el hecho es inconcebible hasta para mí a pesar de estar y haber sobrevivido -sí existiera el término “Sobre-Existido” sería más correcto- en éste estado por más de cuarenta años.

¿Llorar? ¡Los hombres no lloran! 

Por lo menos eso me enseñaron mis padres y conforme pasan los años sobre mí, me doy cuenta de que todas éstas costumbres, “tradiciones” y dogmas sociales, cada día son menos aplicables… de facto, nunca lo fueron; crecí con esas ideas marcadas a fuego en cada rincón de mí personalidad y cada uno de esos dogmas a los que me aferré para “sobrevivir” se van sumergiendo en la mezquindad total, no por el acto de desecharlos por voluntad, sí no por ir perdiendo practicidad real, sí es que alguna vez la tuvieron.

No presumo de ser un individuo vanguardista, ya no. 

.·.

El 3 de octubre de 1921 se creó la Secretaría de Educación Pública para cumplir con los postulados del Artículo Tercero Constitucional y proveer a la población de una educación gratuita, laica y obligatoria. El responsable de éste proyecto fue el Lic. José Vasconcelos Calderón, quien asumió la titularidad de esa Secretaría el 12 de octubre de dicho año; por ese entonces, yo no prestaba demasiada atención a lo que se desarrollaba en la política del país, consideré más prudente -en ese entonces- dedicarme al buen desarrollo y crecimiento de la hacienda familiar, sobre todo al “correcto progreso y evolución” de mí espiritualidad, mermada por los años de juventud en burdeles y bebiendo destilados caseros.

No mostré interés, aunque tampoco ignoraba éstas situaciones. Como ya relaté en otras páginas, aún no era un cadáver parasitario, sólo un “joven” depravado, hipócrita, asesino, egoísta y vicioso, estaba por enrolarme con Los Caballeros, aumentando mi fortuna y cosas diversas… por demasiado que estuviera en contra de mantener en México un “Estado Laico”; la verdad es que me enfoqué más en el aumento de los bienes materiales, mí existencia dio un giro inesperado poco tiempo después, pero eso ya lo expliqué y sería repetir la misma historia, así que regresemos al contexto:


Durante los últimos años de esa década -años 60 del siglo XX- me sentía casi emocionado y a la vez agitado, como todo el mundo durante esos años. La Guerra en Vietnam, plenitud de La Guerra Fría, la situación de los misiles rusos en Cuba, movimientos estudiantiles en todos lados pero en particular en Francia, es obvio que en Estados Unidos y lo más importante, aquí, en México.

Estoy cerca de cumplir 115 años como Muerto en Vida y no presumo de ello, más allá de lo “romántico” que pueda parecer vivir por toda la eternidad, no envejecer y toda la acumulación de esos beneficios que desde hace algunos años se han hecho populares. Si, los bienes materiales casi llegan por sí solos, si, no envejezco, si a bastantes cosas más pero a excepción del conocimiento y la experiencia, sólo estar consciente de que para sobrevivir necesitar matar es incómodo para mí mismo, pues a pesar de todo, sigo siendo un individuo… o eso quiero pensar; ésta situación es verdad que se asimila con velocidad pero te endurece aún más el ínfimo resquicio de alma que queda en ti, en algunas ocasiones llegas a disfrutarlo. Torturar las emociones de tus víctimas, incluso el físico, haciéndoles “creer” que hay esperanza para ellos, más tomando en cuenta mis antecedentes y reitero, no me siento, ni sentí orgulloso de ello después de cumplir quince primaveras pero esa parte humana que repruebo por completo, continuaba provocando satisfacción ante dichas situaciones, supongo que era algo similar a intentar dejar la adicción al tabaco moderno para un mortal. Ya me había mudado a vivir en una vieja casona cerca de El Palacio Negro, no era el máximo lujo pero me otorgaba comodidad y cercanía a un lugar con alimento disponible; por lo menos para mí, no era ya tan inaccesible esa prisión, ni la seguridad del mismo lugar tan ineludible como presumen ahora, pues yo entraba y salía de allí “como sí fuera mi casa”, por las mismas condiciones y naturaleza del lugar tampoco se extrañaba a nadie, ni era sobresaliente un cadáver nuevo cada tercer día. Pero algo cierto es que ese lugar fue una sucursal de El Infierno. 

.·.

Una cosa que no mencioné y es importante para mí aún hoy por todo lo que representa y representó en su tiempo, continúa siendo la única “cosa” que ha hecho mis emociones exaltarse en realidad, la voz inigualable e incomparable de La Bruja Cósmica Janis Joplin pues en sus canciones, en su voz, encontré lo más parecido a un reflejo y empatía con el género humano; en su trabajo me identifiqué. Tal vez debido a lo “desgarrado” de su voz o la cruda y fría manifestación incuestionable de la realidad -sólo en forma emocional- Por medio de su sonido logró llevarme o más bien, traerme de regreso a esa humanidad que hacía varios años decidí hacer a un lado.

Hoy veo con tristeza, en lugar de manejar poesía en la música -en eso consiste la idea de incluir una voz- es tendencia actual recurrir al sexo explícito en lugar del erotismo... puedo mencionar mil detalles y ejemplos pero sé que es inútil, sabiendo que éste documento no saldrá a luz y sí ocurre, quienes lo lean no lo verán de ésta manera, más bien como algo cotidiano, hasta cursi o ridículo, nada de qué alarmarse. 

.·.

Esos años, ya a finales de esa década, me di “el lujo” de socializar un poco, supongo que influenciado por la corriente social, El Flower Power estaba aquí y puedo decir que a mí, independiente a la condición en que sostenía mi existencia, me contagió esa manifestación de alegría al disfrutar vivir… o existir, la añoranza de libertad... en forma bastante esporádica visitaba a varios conocidos en los represivos lugares que originaron los legendarios “Hoyos Fonky” o en los alrededores de alguna escuela. Pero esa alegría injustificada era opacada las noches de “antojo” en que salía de mi refugio para acechar toda la noche a mi presa en turno, asustándole y llevando su sistema nervioso al colapso para que la sangre tomara un “sabor especial” a la hora de ingerirla.

Mi refugio no se encontraba lejos, tal vez nueve o diez calles, bastante cerca de lo que sería después El Parque Recreativo Francisco I. Madero, era la madrugada del 3 de octubre de 1968. La Ciudad se encontraba bajo una atmósfera extraña, demasiado lúgubre y no era para menos pues hasta hoy se sigue recordando la infame tarde del día anterior y espero tome un valor real el lema “2 de Octubre no se Olvida”. 

Eran ya las tres de la madrugada del día 3 de Octubre y ajeno a lo que ocurría en la urbe, me mantenía oculto en las sombras como el depredador nocturno que ya era, esperando ver tarde o temprano a alguna jovencita trasnochada caminando a casa pero no había jóvenes en la calle, sí no familias enteras buscando parientes y a la vez, patrullas e incluso camiones militares recorriendo calles y avenidas. Aún desconocía el motivo de esa alteración del ambiente, ésta ciudad nunca gozó de algo que pudiéramos llamar “alegría”, en los barrios populares aún menos, teniendo un lugar tan tenebroso y horrible en las inmediaciones, en definitiva, El Palacio Negro de Lecumberri aún hoy contagia su atmósfera lúgubre, incluso a varios kilómetros de distancia desde su fundación hasta estos días, ya haciendo bastantes años que es El Archivo General de la Nación pero que a toda persona sensible que circule por allí le abordarán una serie de escalofríos injustificados. La muerte estaba en el aire. En algún momento puedo asegurar que vi a una mujer joven, demasiado blanca y delgada -mejor decir pálida- como la toma de una vieja fotografía o película en “blanco y negro”, con dicho tonó de piel resaltado por lo que parecía ser maquillaje, vestida de igual negro caminando por la calle, con el oscuro ropaje asimilando -o parodiando- los estilos de moda o uso recurrente entre los jóvenes, un vistoso Ânkh en plata colgando del cuello sujetado por cordones y hablando con varios espectros o dirigiendo su atención a la prisión con gesto de prisa, angustia y congoja. Quiero suponer que era la Muerte misma o algo bastante similar pues esa noche y las cuatro siguientes, las espectros de las Putas que me acechaban cada queda, no aparecieron y siguen sin querer hablar de lo ocurrido con ellas durante esas turbias noches. 
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Desistí a intentar mantenerme oculto como el cazador urbano y experimentado que ya era en ese entonces debido a la concurrencia de gente en las calles pero no por eso me alejé de las zonas oscuras, ya fuera por costumbre o instinto, entre esas breves “escapadas”, vi a otra jovencita correr a una sombra provocada por un gran edificio, era notable que ocultándose de una patrulla policíaca que venía varios metros atrás.

Sin dudarlo y también con el hambre acosándome, caminé rápido hacia ella con disimulo, se veía cansada y bastante lastimada pues no fue gran esfuerzo alcanzarla y revisar con agilidad la situación, encontrar el momento adecuado para atacar y devorarla sin provocar un sufrimiento o agitación excesiva; a esas alturas, ya no me interesaba tanto satisfacer mi sadismo, necesitaba alimentarme pero no llegaba todavía el momento límite de perder el control. Entonces le miré el rostro y casi decido dar la vuelta sobre mis pies, no por temor o algo parecido, sí no por todo lo que me transmitió al sólo al cruzar su mirada con la mía:

Era una mujer que tenía diez y ocho años con exageración, también bastante delgada pero de piel morena, un tanto seca, deshidratada, casi gris; se notaban visibles varios golpes en el rostro y brazos, así como desgarraduras en la ropa y una mochila rota, vacía pero que a pesar de ya ser un utensilio de utilidad obsoleta, se mostraba con claridad apegada a ésta y también un par de zapatos bastante desgatados por el uso diario, a leguas hacía notar su cuna sencilla remarcada por la condición en que la encontré. Contrariando la aparente intención de ocultarse, se acomodó al pie de un poste de luz varias calles fuera del barullo suscitado en avenidas principales y comenzó a llorar en silencio, el mayor que se podía permitir en su condición. Por algunos instantes me dio la impresión de escuchar más que el susurro del viento mezclado con el andar de los escasos peatones o autos policiales rondando la zona, incluso camiones ya fueran de volteo u otra tarea, no eran tal, sí no el susurro de un cazador acechando a su presa y no, no era yo… parecía que tal vez los murmullos podían originarse en las cloacas o los muros que soportaban por obligación a su atroz vecino de panóptica arquitectura.

Por extraño que parezca, aún más para mí mismo, logré someter el hambre no humana y conmovido por aquella escena, me hice visible saliendo de entre las sombras de las construcciones y acerqué a la joven mujer. 

El tiempo sigue en movimiento,
mis amigos se han ido,
yo sigo en movimiento
pero nunca encuentro la salida.

Iniciaba en una radio perdida entre las casas aledañas, a una hora no adecuada para escuchar “Ese tipo de ruido infernal” -decía la gente remilgada de aquel entonces- con la transmisión de Kozmic Blues de Janis Joplin:

-¿Qué ocurre niña, como te puedo ayudar?- pregunté en voz alta mientras cruzaba la contra esquina para no acercarme de manera abrupta.

Sólo levantó la cara y me miró con tristeza, más remarcada y conmovedora por su silencio; en sus ojos vi reflejado todo lo vivido esa tarde, tomando un lugar protagónico bengalas, sangre, balas, dolor, guantes blancos y más muertos que los menos de treinta aceptados de manera oficial. Escuché en el cielo pasar varias avionetas con sobrecarga pero no presté mayor atención ya que se encontraban demasiado lejos y me era imposible dar un vistazo; sólo atiné a sentarme en la acera a un lado de la joven y abrazarla para intentar consolarla, tranquilizarla un poco. Intento recordar lo que vi en sus ojos sólo logrando evocar las palabras ya citadas, no puedo decir más por la poca salud mental que queda en mí y por respeto a su memoria… y la de los caídos esa tarde. Todo reflejado en sus ojos plagados de ternura, tristeza, añoranza, más dolor, angustia y desesperación; mostrándome reflejado en su brillo las carencias de su entorno, sin más alimento que algún pan rancio y agua con enfermedades letales, desde una simple gripe hasta el extraño “Mal de Orina” y sobre todo su padecimiento, extraño para su tiempo no tan lejano, incluso en la época actual: Cáncer en la Sangre, de manera adecuada llamado Leucemia o mejor decir, Leucemia Aguda Mieloblastica, lo que de manera desagradable explicaba su desgarbada y opaca complexión así como los remarcados moretones. 

-Pequeña- dije con la voz más cálida y serena que pude -Ya terminó, éstas a salvo-

-¿Por qué no morí, por qué fui yo quien logró escapar?- me respondió sin mirarme mientras sorbía los fluidos en su nariz, por casualidad yo portaba un pañuelo en el bolsillo y se lo pasé, ella sólo extendió el brazo para recibirlo, sin devolverme siquiera una mirada continuó -Gracias… No sé quién es usted pero supongo que me entregara a la policía… no quiero siquiera ver el rosto de quien me dejara en las garras de esos cerdos-

-Éstas equivocada- respondí -Conmigo estás a salvo, nadie te dañará, mi casa no está lejos, allí puedes resguardarte hasta que todo se tranquilice-

Entonces me devolvió la mirada diciendo:

-No sé quién es usted y tampoco tendría forma de pagarle éste gesto-

-No te preocupes por eso, ponte en píe y camina a mi lado como sí fueras mí pareja para evitar la atención de las patrullas-

Le ayudé a incorporarse y comenzamos a caminar hacia mi refugio diurno sin contratiempos.

.·.

Cuando llegamos a mi “refugio” lo primero que hice fue encender el radio y escupiendo las bocinas a Mamas and the Papas, estas cosas siempre llegan tarde aquí y en ese tiempo me resultaba confortante la censura, ya que esto se transmitían a horas en que nadie podía escucharlas y prestarles atención.

Cuando la luna esté en la séptima casa
y Júpiter se alinee con Marte,
la paz guiara a los planetas
y el amor dirigirá las estrellas.

Tal vez ésta melodía reflejaba la absoluta necesidad de cambio y sentir de los jóvenes de aquella década ya legendaria, tanto que sus himnos -ruido infernal le llamaban- continúan haciéndose eco, más de cincuenta años después.